11/10/2025
 Actualizado a 11/10/2025
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Durante décadas, los leoneses nos hemos visto obligados a convivir con uno de los horrores urbanos más destacables de los últimos tiempos: el espantoso y enorme amasijo de hormigón conocido como fuente de la Glorieta de Carlos Pinilla. Su demolición, anunciada esta semana, es una magnífica noticia para todos los que, remando a contracorriente en este mundo de feísmo y horterada, defendemos la belleza.

En el ámbito del ornato público luchamos contra dos grandes obstáculos. Por un lado, la engolada vanidad de los que, en nombre la intelectualidad, defienden este tipo de despropósitos; por otro, la costumbre, que puede hacernos tolerar casi cualquier cosa.

Pero ni la presunción ni la costumbre pueden ocultar la evidencia: la belleza existe, y la fealdad también, de forma objetiva, palmaria, innegable, y desde luego no democrática. En este caso un clamor popular exigía desde hace veinte años la eliminación del engendro, pero aunque la masa dijera lo contrario, es un hecho que el ‘Salta el burro’, que un tal Robles exhibe en Avenida de Ordoño II es incomparablemente más feo que la Venus de Milo. Imitar la segunda es perseguir el anhelo de lo bello, pero requiere esfuerzo y talento; en cualquier caso, la obra ‘Salta el burro’ se merece un respeto, al igual que su autor, y los vándalos se han cebado con ella.

Es verdad que nuestro alcalde tiene sus sombras. Sin llegar a acusarle de la muerte de Kennedy, que ya hay quién se encarga de ello todas las mañanas, podemos criticar que haya convertido la ciudad en un infierno para el tráfico rodado, que haya sembrado León de cámaras sin sentido que acechan en cada esquina, que se haya sumado el engañabobos de las bajas emisiones, o que, bajo su mandato, no haya procedimiento reseñable que no acabe triturado por los Tribunales. Pero la demolición de la fuente de la Glorieta de Carlos Pinilla es un avance estético para nuestra ciudad que bien merecería un voto, si no fuera porque dárselo a las siglas que representa es del todo incompatible con la ética. Con todo, si después de terminar con la fuente, mandara las moscas de Arroyo que estropean la Plaza de Puerta Castillo al Musac o a un punto limpio (dos ámbitos con numerosas similitudes) soy capaz hasta de pensármelo.

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