12/06/2015
 Actualizado a 17/09/2019
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Creo que no hay duda, la cereza tuvo que ser el fruto del Paraíso. Sólo una cereza podría haber llevado a Adán y Eva a desobedecer los designios divinos: «Si coméis los frutos del árbol de la ciencia del bien y del mal moriréis». Eva viendo que aquellas cerezas eran «deliciosas para comer y sublimes a los ojos» no pudo dejar de pecar. La cereza es el fruto más precioso de la creación y, por tanto, una insoportable tentación. Los primeros tiempos fueron ya tiempos de cerezas.

Pero ¿por qué Eva no pudo soportar la tentación? Sencillamente porque la cereza es el fruto perfecto. Su pulpa es suculenta, carnosa y crujiente. Su sabor es un perfecto equilibrio natural entre lo agrío y lo dulce, cuando este equilibrio se rompe el premio es una dominancia de un dulzor agradable y seductor.

A Eva la tentación la llego también por los ojos. Quizá aquellas cerezas del Edén fueran también de un rojo penetrante y provocador. Las cerezas pueden pintarse con la paleta de los colores del deseo: rojos intensos, granates vinosos, naranjas vivos, amarillentos cremosos o púrpuras casi negros. Esta rica variedad de colores unida a sus jugosos sabores la han dado un fuerte significado erótico, carnal y sensual. Adán tampoco soportó la tentación de la cereza y comió las que Eva le ofreció. Quizá en lo profundo de nuestro subconsciente colectivo tengamos impreso este fruto. Por eso al comer un puñado de cerezas estemos rememorando aquel tiempo de cerezas en el que el deseo se impuso a la necesidad y el hombre salió definitivamente de la Naturaleza.

El tiempo de cerezas es breve como lo fue la vida en el Edén, pero es el mejor tiempo del año: «La brevedad del placer hace eterno el deseo». Por eso siempre añoramos este tiempo fugaz de las cerezas que marca el principio del verano. Posiblemente lo único que Adán y Eva se llevaron del paraíso fueron aquellos frutos, su primer acto posterior fue plantarlos, reproducirlos, cuidarlos para crear nuevos tiempos de cerezas. Al negárseles el bosque del Edén aprendieron que la agricultura era la más divina de las actividades humanas. Que una semilla introducida en un suelo fértil acabaría brotando, que el milagro de la vida estaba al alcance de los hombres. Aprendieron que con pericia y amor podrían crear nuevos paraísos, nuevos refugios, nuevos vergeles como El Bierzo en los que emular aquellos tiempos de cerezas. Hoy es tiempo de cerezas, el mejor tiempo del año. Busca a tu Adán o tu Eva y piérdete entre cerezos y cerezas. Disfruta este tiempo, no olvides que es breve pero intenso.
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