09/06/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Guardar
Esta primavera fría, tan llena de agua cada tarde, abre su luz a la estación de los cerezos, que van tornando fruto las flores concebidas. Se llenará El Bierzo de su sabor agridulce y ofrecerán al visitante la hermosa postal grana que han sabido pintar siglo tras siglo.

El ‘Tiempo de las cerezas’ siempre es breve, como la vida. Es una explosión de sabor en la garganta. Se nos han ido, como diosas de la primavera, dos damas que dejan a su paso un inmenso hueco y un valioso legado: María Dolores Pradera y Elvira Daudet. Dos voces clarísimas que han sabido ocupar su trono de belleza verso a verso. Música y poesía.

¿Quién no ha escuchado a lo largo de su vida ‘La flor de la canela’? ¿Quién no ha sonreído en la cocina al cantar ‘Amarraditos’? Esa canción que tantas veces bailaba con mi padre en los pasillos de algún supermercado me recuerda la ternura de ‘El amor en los tiempos del cólera’, siempre he pensado que los protagonistas de su historia tenían que ser Florentino Ariza y Fermina Daza y hasta veo a Márquez tarareando de reojo. Seguramente alguien dirá que «no se estila», pero «yo sé que se estilan tus ojazos y mi orgullo, cuando voy de tu mano bajo el sol y sin apuro…» Pradera no es sólo una mujer que canta, es ‘la Dama’. Cuando le preguntaban qué estropeó su historia de amor junto a Fernán Gómez, aseguraba no acordarse de nada de aquella época. Y es que las señoras como ella tienen el inmenso privilegio de poseer memorias y amnesias selectivas. Reconozco su inmensa huella en mis humildes composiciones para piano y poesía, sus valsecitos peruanos, el eco de Chabuca Granda y José Alfredo Jiménez. ¿Cómo no llorar escuchando su voz grave en ‘Procuro olvidarte’? Esa balada que nos ayudó a tocar fondo tras cada desamor. Después de varios bises uno ya no sentía desdicha, sólo dignidad.

Elvira Daudet es, lo será siempre, un ‘animal poético’. Conquense residente en Madrid, mujer comprometida, mujer por encima de todo, nunca cesó en su empeño de hacer presentes a los desheredados. Ganó el Premio de Poesía González de Lama en el 71 aquí en León, con su libro ‘Crónicas de una tristeza’, al que seguirían otros títulos llenos de confesiones desgarradas, como su ‘Cuaderno del delirio’. Ambas, Dolores y Elvira, han decidido marcharse en primavera, una bella estación para las lágrimas, una porción de flores y memoria. «Que el viento ponga el punto final a mi poema, / y las palabras que un día fueron mías/ regresen al origen…» Ya han llegado, señoras. Ya son luz.
Lo más leído