06/06/2025
 Actualizado a 06/06/2025
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Fue en el 86 cuando España «entró en Europa». Unos años después, creo recordar que en tiempos de Cecilio Vallejo como concejal de Urbanismo Obras y demás, empezaron a entrar los Fondos Feder desde esa Europa a la que habíamos accedido. Fondos de millones y millones de pesetas (la vieja peseta de nuestros recuerdos), y con ellos, la ciudad (en realidad todas la ciudades del país), se vio asaltada por miles y miles de metros de granito y demás piedras decorativas. El aspecto de las calles cambió a más nuevo y moderno.

Una transformación que convirtió la calle Ancha en realmente ancha, la Catedral y San Marcos perdieron sus jardines y recibieron un entorno de granito, más frío sí, pero que nos lo dejaba ver en todo su esplendor. Y Ordoño, como no, con piedra total, aunque hoy sea otra cosa, peatonalizado y con el color del pavimento perdido.

Toda una revolución. Las ciudades eran, ya, más europeas, al menos por los dineros. Y ahora estamos en otra guerra, que nos cambia de nuevo.

Empezó con unas cuantas peatonalizaciones, por aquello de «relajar el tráfico» para darle un pase torero a eso de las zonas ZBE, aunque haya sido a costa de que el tráfico se haya complicado un tanto. Y no digamos lo de aparcar el coche, que se ha convertido en una Misión Imposible, como en las películas, además de bastante costosa.

Añadamos la Ronda Interior, un viejo sueño, o un viejo proyecto, que pretendía agilizar la circulación por los bordes del centro y que, después de tantos años, su virtualidad ha quedado un tanto disminuida, aunque ha de reconocerse, al menos, que no la ha pasado como al aún más viejo proyecto de la Gran Vía, ese vial de gran anchura que arrancaba en la plaza de Santa Ana, que pretendía seguir por detrás de la catedral y que se quedó en lo que es hoy: un ‘muñón’ de gran avenida, que, de pronto se estrella, a poco de empezar, con un laberinto de calles y edificios. Descanse en Paz.

En todo caso, bienvenido sea este tramo de la Ronda Interior y la reordenación de la plaza del Espolón y alrededores.

Y, para final y de momento, la guinda: la estación de Matallana y su entorno más próximo, de lo que se supone es la integración de Feve en el centro de la ciudad.

Al fin ese espacio caótico desde hace muchos años se ordena, en realidad hasta donde se puede, tras años de goteo financiero esquivando el meollo del asunto: la llegada del tren‐tran, un asunto como el de la ‘Tarara’, vieja canción sobre si la Tarara sí o la Tarara no.

He escrito más de una vez que será que no, nos digan lo que nos digan. Es más, la realidad ‘real’ es que, si Feve fuera una empresa privada, haría ya muchos años que habría fenecido, totalmente deficitaria, por no decir quebrada, situación que solo empeoraría con los gastos del ‘tren‐tran’. Y como eso es lo que sucede realmente, pues olvidémonos, aunque como leonés no esté de acuerdo, caiga quien caiga.

He comentado que se ha ordenado «hasta donde se puede», y así es. Años de abandono, uso restringido, y además intocable, ha dejado un buen número de ‘culeras’ de edificios a la vista de todos, algunas decentes y otras no tanto, pero todas de muy difícil, por no decir imposible ocultación, pues como siempre sucede, las partes no visibles de los edificios, las de los patios, constantemente fueron de segunda división y por lo tanto baratas, que la pela es la pela.

El vallado, de media altura, delimita perfectamente el suelo urbano, con los pasos suficientes para acceder al trazado del ferrocarril.

Y en todo este espacio, unos terrenitos para construir viviendas, que hay que amortizar la inversión, además de un pequeño parque, agradable aunque bien flanqueado de medianeras y traseras, cuidadosamente pegado a las vías tal cual debe ser cuando por esas vías circula un tranvía. Queda claro su futuro: habrá tranvía. Aunque supongo que porque no hace mucho se propuso un corredor verde en ese trazado vario, ellas, las vías, ya han iniciado su propio proceso de ‘verdificación’, pues montones de plantas ya están creciendo entre sus baldosas y railes. En fin.

Además, y no estaría mal, ese parque quizás debería tener un nombre, por ejemplo, en plan de venganza poética, ‘Jardines del Tren‐Tran’, y culminar la jugada plantando en él aquel vagón del tranvía futuro que, durante varios meses, estuvo delante del antiguo ayuntamiento para ponernos los dientes largos.

Todas las reordenaciones apuntadas (peatonalizaciones, Ronda Interior y Espacio Feve), son un buen revolcón a la ciudad, modernizado los espacios, mejorando su uso y… volviéndonos locos con el tráfico rodado. Me decía un residente en la calle Renueva: toda la vida mirando a la izquierda según salía del garaje y ahora a la derecha, así que ya me he llevado más de un susto.

Pero en fin, la vida moderna es así. Renovarse o morir. Hágase el milagro, hágalo el diablo.

 

06 06 2025 Álvarez Guerra
06 06 2025 Álvarez Guerra

 

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