06/10/2023
 Actualizado a 06/10/2023
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Es curioso como dos personas distintas pueden ver la misma situación de dos formas completamente diferentes. El pasado sábado, con la tensión habitual previa a un viaje y un día de trabajo un poco más intenso de lo habitual tras la celebración de los diez años de La Nueva Crónica (de ese milagro hablamos otro día), el teléfono empezó a llenarse de mensajes preguntando si «lo había notado».

Uno cada vez es más cuidadoso con las cosas que dice, especialmente si sus colegas tienen la especial habilidad de encontrarle rima a todo. No procedía por tanto responder un «qué» para que me volase un «lo que tengo aquí colgado» directo a la línea de flotación. Es por eso que cuando a alguien en el grupo se le ocurrió mentar «un terremoto» pensé que, efectivamente, la noche anterior de aquellos que quedan de retén en el Húmedo carentes aún de responsabilidades con patas y pañales, se había alargado más de lo debido.

«Se ha movido todo dos segundos, como si estás parado en el coche y te adelanta un camión». De no ser porque la fuente no era única yo mismo hubiese ido a comprar una garrafa de agua y una caja de ibuprofeno que ayudasen a pasar esa resaca, pero lo cierto es que cuando el mensaje pasó a ser del director de este periódico la cosa ya pasó a ser seria.

El terremoto que «azotó» León tuvo su epicentro en Quintana del Castillo, que es poco menos que el centro geográfico de la provincia, como en una señal de integración para que ni un bar de la misma se quedase sin debate. Unos lo notaron, otros no y si en una cosa tan obvia como es hay mil millones de puntos de vista, imagínense en otras mucho más difusas. Y aún así hay quien quiere formar gobierno. Ánimo, valiente.

 

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