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Tengo la cabeza a pájaros

08/08/2025
 Actualizado a 08/08/2025
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Últimamente veo pájaros. O puede que los pájaros me hayan llenado la cabeza. Estoy en Cerdeña de vacaciones y me siento en la terraza a escribir esta columna. Tengo el mar a la izquierda, huertas y patios, a la derecha. Y, sobre todo, lo que tengo es pájaros a mi alrededor. Me presta su sonido, la canción de los pájaros. Hay gaviotas, más pequeñas y tranquilas que las cantábricas. Hay cornejas, aquí negras y grises, que picotean entre los olivos. Hay bandadas de estorninos, que se esconden entre los pinos y llenan el aire de todos esos cantos y silbidos. Mientras escribo, una pareja se posa en el tejado de enfrente y picotea las uvas de la parra. Sé que al atardecer volarán sobre su dormidero en bandadas que realizan todo tipo de quiebros y dibujos en el aire sin perder su formación. Los silbidos de los estorninos siempre me recuerdan a los otoños de mi infancia en La Bañeza. Cuando ya no estaban las cigüeñas ni se escuchaba a vencejos y golondrinas. Entonces llegaban las largas conversaciones cantoras de los estorninos. Recuerdo que volvía al oscurecer de mis clases de piano y escuchaba ese murmullo. Mi padre me había contado que un estornino era capaz de imitar el sonido de veinte especies distintas; también que Mozart había criado a uno como mascota y le había enseñado a cantar fragmentos de sus obras. Así que cuando me sentaba al piano, imaginaba que había un estornino escuchando y que un día se posaría en mi alfeizar y repetiría el fraseo de mis sonatinas, errores incluidos, claro.

Últimamente veo pájaros. En el exterior de la casa de Asturias hemos instalado unos comederos y cuando trabajo o escribo, una familia completa de carboneros, además de pinzones, petirrojos y lavanderas, revolotea en torno a la comida. A veces me encuentro en medio de una reunión de teletrabajo y suceden cosas. Un ratonero se lanza en picado sobre las aves, que huyen despavoridas. Desilusionado, se posa unos segundos frente a la ventana. En mi reunión seguramente alguien ha dicho algo muy importante, pero no puedo quitar los ojos de la rapaz. Ese revuelo de plumas atigradas, el pico poderoso. Entonces levanta el vuelo y desaparece. Enseguida regresan los carboneros. La vida sigue, mi reunión sigue.

Últimamente veo pájaros. Ayer nos dimos el último chapuzón en una cala sarda. Nadando con el esnórquel descubrí una raya que me observaba con sus ojos como botones negros. Cuando me acerqué, levantó el vuelo. Ese movimiento ondulante de las aletas y ese deslizarse en paralelo a la arena. La seguí un rato, la falsa sensación de volar junto a un pájaro submarino.

Últimamente veo pájaros. Los pájaros me trasportan, me hablan de países lejanos, de tiempos remotos, de naturaleza que, pese a todo, rucha, sobrevive. Será que es verano y tengo la cabeza a pájaros.

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