05/11/2023
 Actualizado a 05/11/2023
Guardar

La filosofía es considerada como la madre de todas las ciencias, por lo que podemos afirmar que la psicología es, inevitablemente y sin lugar a dudas, hija de esta. Dicho en forma de razonamiento deductivo, esto se expresaría de la siguiente manera: La filosofía es la madre de todas las ciencias (premisa 1), la psicología es una ciencia (premisa 2) y, por ende, la filosofía es la madre de la psicología (conclusión). 

Por ejemplo, en el empirismo de John Locke, George Berkeley y David Hume, podemos encontrar la base del método científico, otorgando un papel fundamental a la experiencia y a la evidencia como vía de obtención del conocimiento. Y aquí, sin duda, el concepto que mejor refleja la relación existente entre la filosofía y la psicología, es el de «tabula rasa», que significa «pizarra en blanco». 

Esta expresión, refleja la idea de que, cuando nacemos, somos como un libro en blanco, en el que todavía no hay nada escrito. Este libro va escribiéndose poco a poco, a medida que vamos adquiriendo conocimientos, habilidades y comportamientos a través del aprendizaje y de las experiencias. Y esta cuestión procedente de la filosofía es, nada más y nada menos, la base sobre la que se cimienta el conductismo, que es la corriente psicológica con mayor evidencia científica y cuyas técnicas han demostrado ser enormemente eficaces. 

Según palabras de John Locke en el primer capítulo de su obra Ensayo sobre el entendimiento humano, «Supongamos que la mente es, como decimos, un papel en blanco, vacío de cualquier carácter, sin ninguna idea. ¿Cómo se rellena? ¿De dónde le llega toda esa enorme provisión, que la fantasía desbordada y sin límites del hombre, ha pintado sobre ella, con una variedad casi infinita? ¿De dónde proceden todos los materiales de la razón y el conocimiento? Para responder con una sola palabra, de la experiencia». 

Somos como somos por las experiencias que hemos vivido y por los aprendizajes que hemos adquirido a través de ellas. El contexto ha determinado nuestra manera de sentir, de pensar y de comportarnos y, por tanto, nuestra «forma de ser». Si hubiéramos nacido en otro lugar del mundo, creciendo en otra familia y experimentando otras circunstancias vitales distintas, nuestra «personalidad» sería completamente diferente, aun siendo genéticamente las mismas personas. 

Teniendo en cuenta todo esto, expresiones como «es que yo soy así y no puedo cambiar», «es que nací así y esto es lo que hay» o «esta es mi personalidad y si no te gusta, te aguantas», pierden por completo su validez como excusas. Claro que puedes cambiar. A lo mejor no es posible realizar un gran cambio en pocos días, pero con tiempo, con esfuerzo y, en el caso de que sea necesario, con ayuda, por supuesto que puedes lograrlo. Aunque tu «pizarra en blanco» ahora esté escrita de una determinada manera, las siguientes páginas puedes escribirlas de forma diferente. No digo que sea fácil, está claro que no lo es, pero sin duda, se puede conseguir. 

Lo mismo ocurre con los problemas de salud mental más frecuentes, como la depresión y la ansiedad. Estos problemas no son potencialmente crónicos, no has nacido con ellos y no estás condenado a convivir con ellos durante el resto de tu vida. Siempre existen causas, normalmente más de una, aunque a veces sean difíciles de identificar. El conjunto de experiencias y de circunstancias que has vivido y que estás viviendo, ha desembocado en que ahora te sientas así. Pero esto, aunque en muchas ocasiones cueste creerlo y parezca que es imposible, realmente se puede cambiar. 

Y aquí es donde la psicología juega un papel fundamental, ya que proporciona las herramientas y la ayuda necesaria para alcanzar ese cambio que conduzca al bienestar de la persona. Siempre teniendo en cuenta que la psicología no es magia, es ciencia, por lo que requiere un esfuerzo y una constancia, los cuales finalmente llevarán a la consecución de los objetivos, al alcance de las metas y, sobre todo, a la conquista de una buena salud mental. 

Lo más leído