Quizás el futuro político de Juan Carlos Suárez Quiñones ya esté decidido y de poco o nada van a servir los apoyos o las críticas que reciba a partir de ahora. En un cargo complicado como es el de prevenir y combatir catástrofes, le tocó que ardiera media provincia de León en un mes de agosto en el que el viento, las altas temperaturas, y la sequía extrema, se confabularon para burlarse de todos los medios puestos por las administraciones públicas para combatir los fuegos. Ningún gestor de lo público puede salir bien parado afrontando una catástrofe, aunque nada más sea porque el público en general ya lo va a hacer responsable del hecho de haberse producido, y no va a entrar en otras consideraciones. Por si fuera poco, es una persona más expuesta a la crítica porque es de perfil alto, porque da la cara y no se esconde, y porque también ha tenido la “mala suerte” de que recientemente le han dado un cargo envenenado, el ser presidente provincial del Partido Popular, convirtiéndolo, más si cabe, en eso que en política se llama “pieza de caza mayor”.
Que quede claro que el mundo del campo, el sector organizado del campo, le apoya, antes de los incendios y ahora después de los incendios, y nadie del agro le va a pedir que dimita ni va a participar en movilizaciones en las que se pida su cese. Ha sido valiente defendiendo medidas que permitan hacer compatible el cuidado del medio ambiente con el desarrollo de la actividad agroganadera, y para ello se ha enfrentado al Gobierno de España, ha luchado para cambios normativos en la Unión Europea, le ha plantado cara a lobistas de todo tipo, y no ha tenido miedo a la judicialización de algunos de estos conflictos. Nadie podrá decir que no haya debatido y consensuado en lo posible los temas sobre los que ha legislado, nadie le negará trabajo y dedicación, y nadie le negará capacidades personales muy por encima de las de la mayoría de la clase política de nuestra provincia y de nuestro país.
En política permanecen más tiempo los que no hacen nada que los que arriesgan. A los valientes le cortan el cuello los enemigos o los de casa.