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‘Sostiene Pereira’

05/06/2023
 Actualizado a 05/06/2023
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Mi Pereira favorito siempre será el que no fue, el de Tabucchi. Un hombre obeso, viudo y taciturno. El hombre que ya es algo viejo, pero no demasiado, el hombre enamorado de lo que puede acabar matándolo, como es la ingesta constante de omelettes a las finas hierbas. El hombre envuelto en la nostalgia de su pasado que queda prendado de la juventud y rebeldía de una pareja militante sin futuro, llenos de rabia y pasiones fugaces que se asfixian entre el golpe de estado español y la dictadura salazarista. “Conoció al joven Monteiro Rossi cuando buscaba un artículo para llenar la página cultural del periódico y él, Pereira, reflexionaba sobre la muerte”.

Pero hay otro Pereira, uno de verdad, uno desconocido para mí hasta hace -casi- una tríada de meses. Un escritor aferrado a esta provincia en la que algunos somos, seremos, perennes forasteros. Un Pereira que lo de Portugal no lo vivió, pero lo de España sí y le pilló en los pantalones cortos que llevaban los ‘rapacines’ de 13 años. Luego, la literatura. Antonio Pereira nació en 1923 en Villafranca del Bierzo y murió en 2009 en León, eso es todo. Antonio Pereira, dicen, siempre mantuvo un perfil bajo para la altura de sus novelas breves y cuentos cortos. Antonio Pereira, en la búsqueda constante de la palabra exacta, de reducir el texto al mínimo, también redujo su presencia mediática, tan chiquita, tan callando que su centenario, a nivel nacional, también lo protagoniza la discreción.

Conocí a Pereira, el que sí fue, sin querer, al mudarme a su terruño a través de las voces de los otros, que es como siempre uno se asoma al mundo. Avisté un pedazo de su vida en un especial de radio del que alguien me dijo que, escuchándolo, daban ganas de ponerse a escribir sobre ello. Siento haberme adelantado.

“Nos gustan los diarios de los escritores porque lo leemos en primera persona; descubrimos el ego que se esconde tras la máscara del ego” escribía Sontag en los suyos, quizá por eso quienes somos amantes de la palabra ajena no hacemos más que tratar de plasmar la nuestra.

Sostiene Pereira, el que no fue, que no hay nada más importante que la literatura y yo, a veces, le doy la razón. Aunque sepa que ambos, en el fondo, no lo decimos en serio.
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