Si indagamos qué es la soledad la respuesta sería: «La soledad es un sentimiento subjetivo de carencia de compañía o conexión social que puede ocurrir incluso estando rodeado de gente».
Según datos del INE a 1 de enero 2024 había 5.433.969 personas viviendo solas en España de las cuales 1.805.600 eran mayores de 64 años.
Estas duras y frías cifras tienen consecuencias en el día a día de las personas puesto que la soledad es un mal silencioso que afecta a generaciones enteras que no solo se entiende como ausencia de compañía, no, ya que es un fenómeno que sufren los seres humanos en contextos bien diferentes: el anciano que mira desde su ventana cómo la vida transcurre ya sin él o el joven hiperconectado que acumula miles de seguidores en redes, pero… lo grave es que carece de vínculos y afectos reales.
Paradójicamente nunca hubo tantas herramientas para comunicarnos, pero esa sobreexposición digital no siempre se traduce en cercanía real. En la selva que son la RRSS el intercambio inmediato de mensajes rara vez reemplaza a una conversación cara a cara, a un abrazo, una mirada cómplice o a algo que invite a ponerse en el lugar del otro. Y hasta tuve un amigo que se apuntó al coro de su parroquia para intentar ligar… ¡Y lo bueno es que lo consiguió!
Para combatir la soledad existen varios antídotos que se pueden combinar, como es buscar la conexión social, desarrollar un propósito personal o, lo mejor, pedir apoyo profesional dejando que sean ellos los que nos digan las pautas a seguir. Ahora bien, las de «andar por casa» serían algo tan sencillo como relacionarse en una tertulia, un café, un libro o una película suelen ser buena compañía.
En algún momento de nuestra vida podemos atravesar por esa amarga experiencia, si bien lo óptimo es intentar superarla. Jean-Paul Sartre decía: «Si te sientes solo cuando estás solo, estás en mala compañía». Salud.