El gobierno de Pedro Sánchez ha colocado a España en camino de alcanzar las más altas cumbres del socialismo. El apagón de hace quince días, el caos ferroviario generalizado, el colapso del Catastro, se unen a la extraordinaria ineficiencia en la gestión de las ayudas de la Dana de Valencia, que no terminan de llegar. Que se pongan a la cola, dirán los del volcán de La Palma, que años después aún siguen esperándolas. A todo ello se unen los casos de corrupción que asedian al Presidente del Gobierno, que ya tiene bajo investigación a su mujer, a su hermano, a su mano derecha y a su Fiscal General del Estado. Cada día llegan más revelaciones sobre el rescate delictivo y bien remunerado de Air Europa y últimamente sobre la particular forma que tiene el déspota monclovita de gestionar el poder en su círculo más estrecho. En fin, que estamos a punto de alcanzar las cotas más elevadas de eficiencia y bienestar, transparencia y limpieza que hacen brillar a otros paraísos socialistas aún más aventajados como Cuba y Venezuela. Todo llegará.
Ante este panorama, decía un anónimo en Facebook, es una pena que no gobierne la derecha para poder manifestarse, quemar coches en la Castellana y romper escaparates.
Pero no, gobierna la izquierda, y por tanto la gleba contempla el espectáculo pacíficamente. La mayoría (recordemos que el PSOE perdió las últimas elecciones) con santa paciencia, y los afines al partido hasta con entusiasmo.
Entusiasmo hace falta, por ejemplo, para actuar como la fiscal del caso del hermanísimo, es decir la que debería ejercer la acusación en el enchufazo más clamoroso de la historia de España.
Después de haber conocido los detalles de cómo se pergeñó el tongo, después de que toda España haya visto declarar al interfecto ante el juez que ni conocía su puesto de trabajo ni sabía dónde estaba, la señora Fiscal ha tenido la poca vergüenza y estima por su propia dignidad personal y profesional de informar que no ve indicio alguno de criminalidad en el asunto.
Ya lo dijo Pedro Sánchez: la fiscalía depende del Gobierno. Y digo yo ¿Queda algo que no dependa del Gobierno y que, por tanto, no esté irremediablemente destinado al apagón o a la corrupción?