Camino hacia el AC de Ponferrada sola. Han pasado más de treinta años desde que lo hacía contigo y no recuerdo si entonces ya estaba el AC o seguía aquel Conde Silva con enormes letras amarillas que parecían dar la bienvenida a Ponferrada, sorteado el Montearenas y donde paraban los autobuses. Volvíamos del instituto con las tripas hablando en alto. Era la hora de comer y a tí aún te quedaba coger el bus para ir a Noceda. Yo me quedaba más cerca. Por la ruta dejábamos a Susana, a Yoli mucho antes y nos quedábamos las dos, compartiendo el frío que tú soportabas mejor. Eras de montaña, que quieres (me dirías hoy). Me acuerdo de tu abrigo rojo, un plumífero de aquellos que aún no llevaban ni pluma, con detalles más oscuros, para escapar de hacerte parecer Caperucita. Y no escapaste de serlo...
Sonreías entre los granos púberes que también compartíamos, sin maquillaje, que íbamos a clase y lo de ser instagramers nos hubiera sonado a caldo exprés. Y hablabas bajito, poco. Lo justo para hilar la conversación de vuelta. Siempre mantuviste aquella media melena rubia, con unos semirizos a veces desnortados y un flequillo casero, de los que nos cortábamos en casa. Eras de casa Silvia. En la mía sigues, en las fotografías de nuestro viaje de fin de curso a París y Holanda. Te perdí la pista después, cuando ya dimos otro paso más. Y hace 20 años te recuperé de la peor manera. El lobo se había metido en tu casa. Las dos teníamos 28 años, casi 29, y una vida tallándose. Eras policía. No te imaginaba de uniforme, mi chica de los granos. Aunque te lo negaron pronto. Recuperé tu recuerdo el mismo día que el cuento se acababa para ti y yo tenía que contarlo, porque ya era periodista. Dos policías nacionales en prácticas eran asesinadas en su piso compartido del barrio de Bellvitge de L’Hospitalet de Llobregat. Silvia Nogaledo García, de 28 años, y Aurora Rodríguez García, de 23, originarias de las localidades leonesas de Noceda del Bierzo y Toral de los Guzmanes. Vejadas, torturadas… Aquel día lloré al ver tu foto.
Hoy yo sigo soplando velas, en un presente que te negaron a tí. Y sigo viendo tu sonrisa tímida, con la que hacía intercambio, caminando para coger el autobús, ahora que, desde Barcelona, la Asociación de Bercianos de Cataluña te acaba de hacer ‘Berciana Ilustre’. Ojalá te colocaran en el ojal la insignia. Ojalá volviéramos a compartir el rugido de tripas al volver del insti y el paseo por Versalles que era cierto que solo íbamos a vivir una vez. Hoy, te haría una entrevista que hablara de pasado y de futuro, pero solo tengo un recuerdo, una caricia a una foto y un eterno odio hacia quien te negó ser.