11/03/2024
 Actualizado a 11/03/2024
Guardar

Hablo largamente con Nativel Preciado. Anteriormente lo había hecho en este periódico nuestro director, en esa entrevista de hace apenas unos días que, por supuesto, les recomiendo. Nativel presentó su libro aquí, porque su libro discurre en gran parte en esta ciudad y en estas tierras. 

Mi conversación es, sin embargo, telefónica. Hace algún tiempo, cuando la publicación de ‘El santuario de los elefantes’ (Espasa) habíamos hablado sobre esas historias que suceden en otros lugares, sobre esos mundos poco conocidos a pesar de la globalidad, de su amistad con Javier y Jorge M. Reverte, de lo que supuso Javier de inspiración sobre el universo africano. Hay siempre una motivación ética en la literatura de Nativel Preciado. Y un enfrentamiento entre personalidades dispares, alguna de las cuales muestra lo que podríamos denominar una identidad tóxica. «Me llama la atención esa gente que, teniendo mucho, siempre quiere tener más. Es como una forma de drogadicción», me decía entonces. Nativel estudia los comportamientos, ahonda en los lados oscuros, y también en los lados brillantes, del ser humano. Y, siempre, en la naturaleza. «Me importaba mostrar el significado de toda esa naturaleza africana, en pleno esplendor, la riqueza de un continente, el carácter de los subsaharianos, austero, generoso, empático, y cómo hay quien ve la naturaleza de otra forma: como territorio que hay que expoliar. Lo que quiero mostrar es lo que es la vida, y lo que debería ser». 

Recuerdo, sí, el eco de todas aquellas palabras. No hace tanto tiempo. Su mensaje sobre la explotación abusiva de lugares que son grandes reservas naturales. La depauperación de territorios, la rapiña, como ella la llama, el ansia infinita de lograr beneficios a toda cosa, sin importar la vida de la gente. Pero esta vez, su viaje es diferente. Nativel sale de su entorno actual y busca otro contacto con la naturaleza. Las montañas antiguas de nuestra provincia. ‘Palabras para Olivia’ (Espasa) será una de esas novelas que por aquí se recordarán. Hay en el libro, claro es, un viaje a la infancia de la propia escritora. Una aproximación rilkeana a aquellas noches de verano eternas en un lugar idílico como Boñar. Nativel regresa a su propia experiencia, muchos veranos, también algunos inviernos (la nieve es omnipresente en la novela), pero lo hace en la voz de otros personajes, delicadamente trazados. 

Sobre todo, la escritora triunfante en retirada, Olivia Casanova, difícil y ególatra, y el escritor en ciernes que apenas logra publicar, Teo del Valle. Con ellos se articula una oscura trama de amores presentes y pasados, de secretos y venganzas ocultas, que, sin embargo, reviven bajo el manto de la nieve de otro tiempo. Hay mucha naturaleza en esta novela. La belleza y la ensoñación de nuestros paisajes, el eco formidable de las rocas prehistóricas, el aire de un pasado que aflora, de amores desgastados, de muertes nunca explicadas bajo el vendaval de los inviernos. Nativel compone un retablo intergeneracional, hace correr dos historias que parecen paralelas, pero que de pronto se cruzan dramáticamente bajo la memoria del viento helador.

Los leoneses disfrutarán mucho de esta historia. En ella está esa extraña ambición, ese intento por lograr lo que parece imposible. Por descubrir lo oculto. Y un cierto aire de novela negra, sin llegar a serlo del todo. Me recordó el último ‘Vagalume’ de Llamazares, del que tanto hablamos aquí. También discurre en una ciudad de provincias (en su caso, no tiene por qué ser León), también un relato que habla de escritores o periodistas, del pasado de gloria, de la necesidad de recuperar algo que yace enterrado en algún lugar de la memoria. Llamazares, como Rosa Montero, también Manuel Vicent, por ejemplo, han elogiado, me dice Nativel, su novela, y se siente muy agradecida: han encontrado en ella, creo, territorios y sentimientos afines. 

‘Palabras para Olivia’ vuelve a enfrentar personalidades muy dispares. Una mujer fuerte, casi feroz, la escritora Olivia Casanova, en un momento de despedida, que no duda ante la posibilidad de contratar a un escritor fantasma (como se dice ahora, en calco del inglés) para construir la que será aparentemente su última novela. Teo del Valle cree que, para él, es el comienzo del éxito, pero algo se esconde detrás del encargo. «La verdad es que soy todo lo contrario de Olivia Casanova: ella es más bien mi reverso», me dice entre risas Nativel Preciado. «Yo no he tenido nunca a lo largo de mi carrera esa prepotencia que ella tiene, eso desde luego: trata a su escritor fantasma con bastante impertinencia», me explica. Olivia Casanova le pide a Teo que, para llevar a cabo el encargo, es necesario trasladarse a la ciudad de León y pasar allí algunos días. Ese viaje a cierta periferia es también el viaje a los recuerdos de otra época, un viaje de retorno a un paisaje que a nadie puede dejar indiferente, y, sobre todo, es un viaje a la búsqueda del tiempo perdido.

«Como dices, no es una novela negra, pero sí una novela de enigmas. Está llena de pequeños secretos», dice. Secretos de familia. Secretos de amor y desamor. Por la novela galopan las grandes pulsiones humanas. La nieve amortigua apenas el dolor, o la tragedia. Los lobos tienen su protagonismo. «Las apariencias engañan, claro está», insiste Nativel. «Nada es lo que parece. Lo cual me ha divertido mucho». Y luego está la radio, que en la trama tiene un gran significado. Y el personaje de Mauro, como ya comprobarán… «Soy hija de la radio, como somos todos los de esa época. Y de aquellos programas de Ángel Álvarez, como ‘Vuelo 605’: esta novela es un homenaje a él y a toda aquella música que nos construyó», subraya. 

Nativel cree que a veces confundimos nuestros momentos biológicos con los momentos históricos. «Tengo la sensación de que en los ochenta León era ya una ciudad próspera. Yo he disfrutado muchísimo de todo lo bueno de León, pero, recientemente, me asombra ese desastre que afecta a tantos lugares de la España despoblada. Sin embargo, creo que los leoneses se resisten a desaparecer. Creo que son muy vitalistas. El corazón de León está lleno de vida y a eso me agarro. Porque el resto es un análisis político que no me interesa. Hay, por ejemplo, una actividad cultural desbordante. El centro emblemático de la ciudad, qué te voy a decir, es una absoluta maravilla. Los vestigios históricos que siguen en pie… algo inmejorable. Pero, sobre todo, insisto, lo que sé de verdad es que los leoneses son muy capaces de luchar por la vida, se trata de gente recia, y eso me emociona mucho», explica Nativel Preciado, como no queriendo dejarse ni una sola palabra en el tintero.

 

Lo más leído