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Siembra fecunda

02/09/2023
 Actualizado a 02/09/2023
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Relataba Margarita Álvarez Rodríguez, escritora y profesora omañesa, con ocasión de su amena intervención en la tercera velada poético musical, que se celebraba en el Ayuntamiento de Matallana de Torío, que siendo niña, le marcó la lectura de un relato que se encontraba en el libro de ‘lecturas de oro’ de Ezequiel Solana, pedagogo, que se leía en la escuela.

En él se relataba la historia de un padre que antes de morir, repartía la herencia administrando sabios consejos de última hora.

Al quedarse solos, los hijos, al principio, se esmeraban en trabajar las tierras con ahínco, soportando largas jornadas procurando la buena marcha de las cosechas. Mas pronto se desanimaron de la lentitud ingrata con la que evolucionaba la siembra por lo que descuidaron su trabajo entregándose «a la ociosidad y a las diversiones» lo que les precipitó a la inminente venta de las tierras por no bastarles los productos obtenidos para colmar sus caprichos y calmar su insatisfacciones.

Un día, caminando por aquellas tierras que en otro tiempo les pertenecieron, recordaron aquel extraño mandato final de su padre en el lecho de muerte: «No convirtáis las viñas en eras».

Mira esta viña era nuestra. Aquella viña también lo era. Era…

Ayer, uno de septiembre, comenzaba la actividad en los centros educativos, aún no había viñedos por allí, hablamos de ellos, de nosotros, a la espera de recibir a los grupos, recibir horarios, asignar grupos. 

Comienza de nuevo el tiempo de abono y siembra, de trabajar las tierras, limpiando malas hierbas, liberarlas del barbecho estival, y buscar alternativas a las lentitudes administrativas con el tesón del labrador que no cesa, limpiándose el sudor y adelante.

Los viñedos son los de siempre, no demasiado distintos a aquellos rapaces y rapazas que iban a la escuela con Margarita, con ganas de conocer, aunque lo ignoren, porque a menudo vienen cargados de miedo paralizante, complejos adolescentes. Será cuestión de roturar conveniente la tierra, fertilizarla con mimo para que se oxigene, removerla, distribuir los momentos para la siembra, la poda, y el riego.

Les regalo una de las sencillas fábulas educativas de Ezequiel Solana: «Con ambas manos en terreno inculto/ encontré un labrador que diligente, / desparramaba a bulto/ de mil fecundas hierbas la simiente./ Y viéndole esparcir con tanto anhelo./ Me atreví a preguntar: ¿por qué te afanas/ si en este ingrato suelo siempre han de resultar tus siembras vanas?/ me contestó, yo no pretendo/ convertir este erial nunca en un verde;/ pero al sembrar entiendo/ que algo queda, pues todo no se pierde.»

¡Buena siembra, repleta de viñedos!

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