Dice: La Confederación nos quiere cerrar las zayas. Dice: Siembra de agua, eso es lo que hemos hecho toda la vida, como si fuera un pantano subterráneo. Resopla. El agricultor resopla. Golpea la barra con el puño. Llega un chaval salpicado de barro hasta las cejas, pide una caña, se acerca a la tragaperras. En el bar se comenta el titular de la noticia: «Las zayas de la Valduerna, ‘esenciales’ para garantizar la recarga del acuífero». Os resumo aquí: un reciente estudio del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), parte del proyecto WaSHa, demuestra científicamente que el antiquísimo sistema de zayas creado en la llanura aluvial entre los ríos Duerna y Peces, al sur de León, es necesario para la recarga de los acuíferos. ¿Qué son las zayas? Los canales y presas excavados siglos atrás por el ser humano.
Siembra y cosecha del agua.
Se llama «siembra y cosecha del agua» a una serie de procedimientos ancestrales mediante los que el ser humano recolecta el agua de lluvia o la de escorrentía para infiltrarla en el subsuelo con el objeto de recuperarla después de los acuíferos mediante pozos, galerías o captando manantiales. ¿Cómo afecta a la Valduerna? El cauce del Duerna es arcilloso, el agua no penetra en la tierra. ¿Cómo se rellenaban entonces los acuíferos subterráneos? Enviando el agua mediante al Peces, afluente del Duerna, mediante zayas. De esa forma el agua iba filtrándose durante el otoño y el invierno y rellenando el acuífero. Y durante la primavera y el verano, en años de sequía, cuando no se podía extraer agua del Duerna, los agricultores podían regar con los pozos. Una especie de banco de agua.
Entonces llega la Confederación Hidrográfica del Duero y les dice que lo de los pozos no. Que lo de las zayas no. Que lo que hay que hacer es invertir en millonarias estructuras subterráneas de acequias como en el páramo. Dice mi agricultor, hostia, en el páramo llaman y les mandan el agua del pantano, aquí ‘non’ hay pantano que valga. Así que los agricultores lo han demostrado científicamente. Que lo que llevan siglos haciendo es sabio.
David contra Goliat. La historia de la humanidad. Un puñado de agricultores contra la gran Confederación.
Entra una joven en la cantina, lleva un mono de trabajo, se quita los guantes, se pasa la mano por el pelo alborotado. Ella se acerca al hombre que está frente a la tragaperras, le da un codazo, le sonríe. De pronto la máquina suelta un pitido y empieza a caer una interminable lluvia de monedas. ¡Toma!, exclama alguien. A veces, solo a veces, David gana a Goliat, pienso. Mi agricultor da otro golpe en la barra: Como no se rellene esa hucha de agua no hay posibilidad de que haya para regar en verano. Y entonces, ¿qué?