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Sí, los ovnis han vuelto

14/08/2023
 Actualizado a 14/08/2023
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La nueva fiebre de los ovnis, o como se llamen ahora, que al parecer se ha desatado en los Estados Unidos (ya decía mi madre: todo viene de allí), coincide también con la nueva carrera espacial, en la que andan involucrados Rusia, China, la India, y también Europa, además de los USA, claro. Por lo visto hay muchas ganas de salir huyendo de un planeta en clara devastación.

En los últimos días varios exmilitares norteamericanos han dado testimonio de avistamientos extraños, que tuvieron lugar en tiempos ya lejanos. Muchos concluyen que nunca se ha contado toda la verdad sobre los ovnis, o como se llamen ahora, y que las noticias difusas sobre aterrizajes de emergencia de artilugios complejos o de platillos y otros objetos observados por pilotos, tanto de aviones militares como comerciales, nunca se desmintieron ni se confirmaron, sino que quedaron en ese estado latente y gelatinoso del rumor.

Algunos creen que este ‘revival’ de los ovnis, o de los ‘fanis’ (fenómenos anómalos, o aéreos, no identificados) tiene que ver con la época del año. El verano es propicio para las noticias más o menos exóticas, y, aunque el fútbol se ha adelantado, lo cierto es que existe un gran horror al vacío informativo (no sólo en la profesión periodística), que tiene que calmarse como sea. Los ovnis sustituyen un poco a las serpientes de verano, una expresión que se ha quedado viejuna (como la propia palabra viejuna, que ha envejecido mal). 

Uno lleva años viendo esos documentales de madrugada sobre los astronautas de la antigüedad, que flipas. Algunos llegan muy lejos en ese intento de demostrar que ya hubo en este planeta civilizaciones muy avanzadas que permitieron grandes logros (sobre todo, el enigmático movimiento de piedras de mucho tonelaje en algunas estructuras, algo que siempre subrayan con pasión). Pero la cosa no queda ahí.

Probablemente, dicen, nosotros estamos aquí porque hemos venido de otro lugar del espacio. O la vida, sin más, y esto parece estar apoyado por teorías científicas, acabó por prender en la superficie del planeta gracias a que fue transportada, sembrada, o quizás porque logró desarrollarse tras viajar en meteoritos, o así. 

No seré yo quien ponga en duda las teorías científicas, por otra parte, numerosas y dispares. Y a veces, bizarras. O no tan científicas... Que de todo hay. Es difícil comprobar lo que se dice del pasado, lo que algunos deducen de escrituras, pinturas, inscripciones, monumentos… que han llegado hasta nosotros. Pero es cierto que los métodos de observación se han multiplicado, la ciencia nos permite hoy cosas que antes eran impensables. 

No sólo hemos enviado grandes telescopios al espacio, no sólo hay naves viajando a latitudes muy lejanas, no sólo estudiamos de cerca los meteoritos, no sólo nos hemos posado en Marte, o hemos penetrado la atmósfera de planetas distantes, no sólo aparecen exoplanetas casi cada día, no sólo hemos saludado lunas ignotas, no sólo hay noticias sobre mundos que albergan océanos de agua helada aquí y allá… También reverdece la vieja pasión por los ovnis y los extraterrestres, a caballo entre el periodismo y la ficción. Puede que eso ocurra cada vez que nos encontramos inmersos en una grave crisis, o que, simplemente, estemos deseando que venga alguien a arreglarnos las averías provocadas por nuestra torpeza y desenfreno. 

Sí, los ovnis han vuelto. Y la carrera espacial. Son cosas diferentes, pero complementarias. Los extraterrestres podrían ser buenos o malos, o mediopensionistas… Como los humanos. Recuerden ‘Mars Attacks’: aquellos tipos se calentaban con nada, perdían muy rápido la cabeza… ¡Y esa manía de ir siempre a la Casa Blanca! Exceso de protagonismo patriótico.

Pero ahora en serio: ¿no les parece Trump un perfecto extraterrestre? No quiero bromear con esa tonalidad naranja tan suya, de ningún modo, pero su comportamiento es a veces tan cósmico… si, con ese. Aunque cómico también, qué diablos, o, más bien, tragicómico. En la edad de la propaganda y la manipulación, tiene gracia que se quiera demostrar que los extraterrestres estuvieron aquí, incluso recientemente, y que, probablemente, muchos pasean por nuestras ciudades y están infiltrados en nuestras estructuras (las de poder) y quién sabe si incluso en la liga de fútbol. Eso, ya digo, si no somos todos extraterrestres del tirón, aunque ya no lo recordemos. 

En estos entretenimientos me hallo en pleno agosto. El suspense de la formación del nuevo gobierno no termina de llenar este vacío. Hay, sin embargo, asuntos que sirven al personal para distraer la espera. Como si no hubiera suficientes motivos para la preocupación a ras de suelo, tendemos a analizar el mundo por elevación: ¡cuántas horas dedicadas al desamor entre Piqué y Shakira! ¡Y, de pronto, el desamor entre Rosalía y Rauw (o como se escriba, que no puedo levantarme ahora a mirarlo, que lo decía Umbral)! Nos consume esta pasión irrefrenable por perseguir estas historias, colgados del hilo vivo de Twitter (o como lo llame ahora Elon Musk, otro con grandes ínfulas extraterrestres…), mucho más penetrante que el hilo dental. Amores y desamores en la red, amores tuiteros más que amores perros. Amores canoros, amores de largos despechos, amores, en fin, para el catálogo estival.

Instalado en el Ferragosto, el sol de los jaguares arrastra su manto de estrellas. El verano nos deja la certeza de que el cambio climático nos destruye a mucha más velocidad de la que creíamos. El verano nos deja la certeza del olvido y el desamparo, a pesar del subidón de la tecnología, con la gente arremolinándose en playas mediterráneas donde hierve el agua, como si esta vez fuera el último baño de la historia. Y aquí, en el interior también olvidado, vaciado, herido de muerte, las estrellas fugaces atraviesan las cúpulas de las montañas para recordarnos nuestra presencia pasajera. 

Nadie sabe qué podrá salvarnos. La quietud de los sotos, interrumpida por el fragor polvoriento de las fiestas locales, nos permite transitar esta densa soledad de agosto, con tantas espadas bailando sobre nuestras cabezas. Quizás empezamos a ser extraterrestres otra vez, extraños en nuestro decadente paraíso. Los cohetes parten en busca de agua y minerales preciosos en otras latitudes. Minería espacial, profesión de futuro. ¿Hay un plan oculto para una huida necesaria? Producen gran miedo las lenguas de fuego del infierno de Hawai. ¿Se cruzarán en el firmamento los que van y los que vienen? ¿Habrá un atasco camino de la Luna? ¡Nosotros tenemos dos astronautas jóvenes! Quizás con ellos recomenzará la historia. ¡Allá vamos!

 

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