Si no te gusta el café de León...

15/06/2023
 Actualizado a 15/06/2023
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La guerra de Putin ha provocado la llegada a León de más de trescientas personas ucranianas en el último año y medio, huyendo de la metralla, el horror y la desolación que allí viven. Desde el otro lado de la trinchera, desde Rusia, también han acabado en León varios refugiados ante la proximidad del fuego armado y el riesgo de ser reclutados de manera forzosa. He tenido la oportunidad de conocer fugazmente a uno de ellos aquí en la capital, donde ha pasado los tres últimos meses. Refugiado por partida doble, ya que es gay en un país hostil y tenía a su pareja metida en un armario entre las tropas rusas, llevaba varios meses viajando por Europa mochila al hombro hasta que, por fin, el pasado mes de marzo, el consulado español le adjudicó León como ciudad de acogida.

Pueden imaginarse rápidamente el choque cultural de un joven de 21 años que pasa de vivir en Moscú, una ciudad con casi doce millones de personas, a nuestro querido, pero pequeño León. Llegó además en Semana Santa – vaya susto, que parecen del Ku Klux Klan – donde las cornetas, al menos, no eran de guerra, sino de tradición. No había café en toda la ciudad que le gustase, quizá, sólo un poco, el del McDonalds. Pasaba todo el tiempo posible en los parques y coincidía con Margarita Torre en que la ciudad «is very dirty». Y, para colmo, no encontraba apenas estancos que vendiesen el váper que él quería. Más allá de estas cotidianidades, el mayor problema que encontró fue la falta de personas que hablasen inglés, lo que provocó que necesitase de un traductor para todo, desde tomar algo en un bar a ir al psicólogo. Imaginen contarle sus emociones y reflexiones más profundas a una persona para que esta lo traduzca. Absurdo, una razón para cohibirse. León se le acabó quedando pequeño y, sin papeles aún para poder trabajar, este chico, diseñador gráfico, ha terminado yéndose a Valencia, allí donde ahora sabemos que gobernará la ultra derecha xenófoba. Hizo caso a don Guzmán y cogió el tren para no volver.

Los pensionistas confían en los migrantes para rejuvenecer León, pero aquí está la prueba de que uno de ellos – que por lo que oía en sus círculos es ejemplo de lo que sienten muchos otros – no encontró suficientes motivos para quedarse. León fue para él tan sólo una ciudad de paso.

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