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El señor de la boina

22/08/2025
 Actualizado a 22/08/2025
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Puede que haga 25 años, más o menos. Por entonces empezaba a hablarse de lo que estaba pasando con la capa de ozono, todo lo que la civilización estaba transformando el mundo en que estamos, la naturaleza atacada por las urbanizaciones, los montes invadidos por carreteras, vías y tendidos eléctricos… aún no había aparecido el cambio climático, pero sí que ya se empezaba a legislar lo que podría definirse como “la protección de la naturaleza”. Las especies en peligro de extinción, tanto vegetales como animales, y que había que ordenar el entorno natural y tomar medidas para protegerlo, por supuesto, de la mano del hombre.

Quizás porque en este país nunca estamos en nuestro sitio, y, o vamos en la procesión portando el Cristo y cantando enfervorizados delante del cura… o vamos detrás dándole cristazos, pero nunca al lado. Y lo mismo que ha pasado con montones de edificios que se han derribado sin que nadie dijera ni mu, hoy estamos protegiéndolo todo, no se permite derribar muchos que no valen un duro ni merecen esa protección. Pues algo parecido está pasando con nuestro entorno, con nuestros bosques y nuestros campos: la sobreprotección no es el camino, por mucho que se haga, no lo dudo, con la mejor de las intenciones. 

Estamos como estamos, en el que está resultando ser el mayor incendio registrado, con miles de hectáreas ardiendo. Y no puedo olvidar una conversación que, hace esos 25 años, tuve con un buen amigo, Jose Luis Blanco (q.e.p.d.), Ingeniero de Montes que dedicó toda su vida a la naturaleza, desde la profesión, desde la política y desde su trabajo con alto funcionario. 

Entonces ya se habían aprobado algunas medidas que él no consideraba precisamente adecuadas, y su comentario fue “si algo tiene que ser protegido, lo primero es el señor de la boina, ese sí que está en peligro de extinción”. Qué  razón tenía.

Lo que entonces empezaba, hoy, con el excelso apoyo de Europa, ya está en marcha. Se ha quitado el aprovechamiento del monte a los que siempre han vivido con él.  Los ya pocos y mayores de los pueblos, no pueden llevar el ganado, ni cortar ramas, ni tocar nada. Los pueblos se vacían, y así, aún más.

Es que no se pueden retirar ni las piñas secas de los pinares, porque la naturaleza es así, con sus piñas por el suelo. Vale. Cualquiera que tenga una chimenea sabe que lo mejor que hay para encenderlas es tener a mano un par de piñas. Cuando en lugar de un par, hay un montón, pues nada, miel sobre hojuelas para que todo arda.

Por supuesto, de cortafuegos nada, porque el monte no es así y se desvirtúa su naturaleza. Fenómeno, todo facilidades en nombre de su protección.

Decía uno de los damnificados que ellos iban a limpiarlo, que lo iban a hace, todo el pueblo, y que vinieran a denunciarlos a todos y a multarlos. Y no me extraña su indignación.

Pero aquellos lodos traen estos barros, y los resultados ya se ven: no solamente se está expulsando a los que viven, es que el propio entorno natural se destroza, los pueblos quedan arrasados y, aún peor es el costo de vidas humanas.

Ya es hora de reconsiderar estos planteamientos de mesa de despacho y modificar radicalmente la legislación y dedicar más financiación a la prevención, aumento y mejora de medios.

¿Qué más tiene que pasar?  

PD: Y aún nos falta el otoño, no por los montes, pero sí por las lluvias, porque con las olas de calor que disfrutamos, el agua del mar está tomando  una temperatura que no auspicia nada bueno, sobre todo porque, al igual que con el monte, los cauces tienen encima la misma legislación, y no parece que se haya hecho mucho por evitar los problemas de la pasada catástrofe en Valencia.
 

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