24/04/2025
 Actualizado a 24/04/2025
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Terminó la Semana Santa, ¡gracias a Dios!, y no de la mejor manera posible, mayormente porque el último día, el lunes de Pascua, la diñó el papa argentino, tan querido por el ala más radical del gobierno progresista que nos gobierna, lo cual no deja de ser, cuanto menos, llamativo.

El caso es que en el pueblo no parece que haya habido un ‘lleno hasta la bandera’ de público. Quién mejor lo pueden saber son Don Ángel (Bustamante), el cura párroco, y Miriam, la dueña del bar. Ellos son los que mejor pueden calibrar la asistencia a sus locales...; pero, partiendo del hecho que quién acude a ellos son militantes convencidos, tal vez los datos no sean significativos... Lluvia, nieve y frío polar no son los mejores aliados para que los hijos del pueblo vuelvan a casa por Pascua, y más cuándo ésta cae a mediados de abril.

Uno no tiene nada en contra de la Semana Santa..., pero sí contra toda la parafernalia que la acompaña. Por ejemplo, acudir a León estos días es un acto de fe: tienes que aparcar el coche en el culo del mundo, los bares están llenos hasta los cojones, los precios de las consumiciones suben, como si fuese un milagro, y las manifestaciones de papones y genarines impiden a la gente normal hacer una vida normal.

Hace tiempo que escribí, en estas mismas páginas, que lo suyo sería hacer un ‘manifestódromo’ dónde toda esta banda desfilase a su puta bola, sin dar guerra al resto del pueblo. Por supuesto, la idea calló en el olvido más absoluto, porque esa gente quiere imponer su santa voluntad en todas las calles de la ciudad.

Uno, que, por desgracia, tuvo que atender a toda esta manada de indocumentados muchos años, odiaba esta juerga con toda su alma..., y sabe, en primera persona, que los papones (definidos por la Rae como «tontos con capirote»), son los menos creyentes de toda la gente que ha conocido en su vida: sólo se preocupan de comer, beber y blasfemar, todo lo demás ellos lo consideran fascismo de la peor especie.

Recuerdo siempre en estas fechas la poesía de don Antonio Machado, el hombre más bueno que ha vivido en España, sobre don Guido..., os aconsejo leerla.

Por fin se ha ido la Semana Santa, y hemos logrado volver a la normalidad y a la rutina que nos encanta a los viejos: no hay nada más gratificante en la vida que saber lo que vas a hacer mañana y pasado y al siguiente.

Los sobresaltos nos asustan y los cambios de humor, también. No hay nada más reconfortante que el saber que mañana, a las nueve y media, vas a ver en la barra del bar a Manolín, a Gelín, a Chopo, a Rafa, a Candi, a Papelines, a Luis o a Alberto, ese que es más madridista que Bernabéu y que sabes que te tocará los cojones con el cuento de que el Athletic tiene más negros que el Madrid, que manda carallo. Sí, tenemos negros, ¿qué pasa?, pero nacieron todos en Euskadi sur y tienen él Rh negativo..., es lo que tiene la integración.

Volviendo a la Semana Santa: otra cosa que me causa mucho dolor es ver que mi hijo el mayor (y como él, miles más), viene cuatro días a vernos y se tiene que marchar para seguir ganándose el pan, que aquí le negaron, en un sitio que no es su tierra, dónde no tiene raíces, en el que está por accidente.

Hay una canción, ‘Solo le pido a Dios’ (escrita por un argentino, ¡cómo no!), que contiene una estrofa que dice, más o menos, «desdichado aquel que tiene que vivir en una cultura diferente»; queda implícito que para hacerlo han tenido que abandonar la suya y eso sí que es una desgracia. Es lo que siento cuando veo a los marroquís que viven en mi pueblo y que debieron alejarse del suyo. Lo mismo sucede con los cientos, los miles de leoneses que viven en Bélgica, en Inglaterra o en Estados Unidos, que malditas las ganas... Y no me vale con la tontería de que son jóvenes y pueden con todo: esa es una excusa que no tiene un pase, que sólo se le pudo ocurrir al que asó la manteca.

De todas las maneras, reconfortaos, porque queda ¡un año! para que vuelva a celebrarse el martirio de Cristo y el nuestro..., si es que llegamos

Salud y anarquía.

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