01/04/2025
 Actualizado a 01/04/2025
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Hace un par de días, camino de Asturias, poco antes de llegar a La Magdalena, contemplábamos desde el autobús, al otro lado del contra embalse, el pequeño pueblo leonés de Selga de Ordás, que acaba de salir en  numerosos medios de comunicación de toda España. La razón es muy sencilla: uno de sus hijos, Don Jesús Fernández, hasta ahora obispo de Astorga, ha sido nombrado obispo de Córdoba, con sorpresa de todos y de él mismo. Precisamente este año de 2025 se cumplen mil setecientos años de la celebración del gran concilio de Nicea. Pues bien, Don Jesús pasa a ser sucesor de Osio, el gran obispo de Córdoba y buen amigo del emperador Constantino, que fue quien  presidió este concilio y quien animó a bautizarse, ya casi al final de la vida, al mencionado emperador y promulgador del Edicto de Milán.

La importancia histórica de Córdoba es innegable, pero no solo durante los siglos en que fue capital del califato, sino que mucho antes, durante siete siglos, fue un verdadero ejemplo de seguimiento de Jesucristo, regado con la sangre de numerosos mártires. Suponemos que no será fácil para Don Jesús dejar «su tierra y su parentela», como un día hiciera Abraham, siguiendo la llamada de Dios, pero estamos convencidos de que esta diócesis andaluza, que siempre ha contado con buenos pastores, no se sentirá defraudada. A ella va un obispo cargado de múltiples experiencias: la de un niño de pueblo que en sus tiempos estudiantiles trabajó de camarero, la de un deportista que llegó a ser portero de la Cultural Leonesa, la de un cura de pueblo en las montañas de León y que más tarde ocuparía los cargos más significativos de la diócesis de León como Vicario General, Rector del Seminario o la de un especialista en filosofía y profesor. Las diócesis de Astorga y Santiago de Compostela donde ha ejercido su ministerio garantizan su amplia experiencia como obispo.

Si a esto añadimos su gran preparación académica, su cercanía a la gente, su disponibilidad total para ir allá donde le reclamaban, podemos estar seguros de que lo que perdemos los astorganos lo ganarán los cordobeses. Ya sabemos que ser obispo hoy no es fácil. Es un alto honor, pero también un enorme servicio y sacrificio, pero no por eso menos necesario. El mundo de hoy no dista demasiado de aquellas multitudes de las que nos habla el Evangelio y de las que Jesús estaba muy preocupado porque andaban desorientadas como ovejas sin pastor. Don Jesús, le echaremos de menos, pero nos alegramos de que Dios le iluminará y ayudará a pastorear su nueva grey.

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