España fue el pasado domingo una fiesta y celebró de forma entusiasta la conquista por parte de la selección de fútbol de la Eurocopa. La memoria es una mala compañera de viaje, porque los hombres, como género, recordamos lo que nos da la gana y de aquella manera, pero creo no mentir si afirmo que esta celebración del domingo fue mucho más general y entusiasta que cuándo conquistamos el mundial…; y es que la gente necesitamos, de vez en cuando, una alegría colectiva como país y mucho más después de lo que hemos pasado en los cuatro últimos años… Por eso, el domingo, la gente salió a las plazas de las ciudades de toda España y se desmadró, como sin duda se merecía el acontecimiento. Y mucho más cuándo (quitando a cuatro optimistas recalcitrantes entre los que me encuentro), nadie daba un duro por la selección que dirige Luis de la Fuente, el que fuera lateral derecho de la defensa mítica (de la Fuente, Licerazu, Goicoetxea y el ‘Chato’ Núñez), qué ganó dos liga y una copa del Rey con el Athletic Club en la década de los ochenta del siglo pasado.
Como no todo puede salir bien (¡ya lo decía Calimero!), ha habido descerebrados, tanto de izquierdas como de derechas, que han tenido que sacar lo peor que llevan dentro y declaran, sin inmutarse, que ésta no es su selección o que se está desvirtuando con gente que no es española porque tienen el color del azabache… ¡Manda huevos!, que diría Trillo…; o, como dijo Salomón, «querer lavar a un burro, joder agua y jabón». Un panfleto que presume de zurdo, ‘El Plural’, como si fuese una reencarnación del ‘Pravda’ (La Verdad), llega incluso a afirmar que «esta selección es hija de los obreros», que como demagogia barata no tiene un pase. Y los otros, los herederos de ‘Falange’, se meten con Nico y con Lamine porque son negros, obviando a Laporte y a Le Normand, que nacieron en Francia, pero, como son blancos, da lo mismo. Nico y Lamine son tan españoles como el que suscribe porque nacieron aquí; la diferencia es que mis ancestros son zamoranos y los suyos africanos; para todo lo demás, incluso para sacarse el DNI, son iguales. (A modo de anécdota, a los Williams les expidió el carnet el hermano del Usmias, un crack de Vegas, que funciona de madero en Bilbao y hay fotos para atestiguarlo): hablan el idioma de Cervantes, escuchan la misma música, compran en el mismo supermercado, tienen sus ahorros en el mismo antro de ladrones que yo y tienen la posibilidad de votar a los mismos anormales a los que yo, por una cuestión religiosa, no voto, pero podría. Salen con cuadrillas o con peñas o con los amigos de toda la vida a tomar vinos, zuritos o mostos, van a los pub de moda y tienen novias que les vuelven locos, igual que cualquier hijo de vecino.
En conclusión: están totalmente integrados en la sociedad, cosa que no han logrado hacer nuestros vecinos de norte, o los holandeses o los alemanes. Un amigo que durante un tiempo ejerció de preboste en el Banco de España y que acudía a Frankfurt (sede del Banco Europeo) con cierta frecuencia, cada que vez que quería conspirar, y conspiraba mucho, con algún colega y no quería que los viesen hacerlo, iba a un bar turco que quedaba a doscientos metros de la sede de la institución comunitaria porque nadie podía pillarlos: a ese bar sólo iban turcos; algo, por supuesto, impensable en Bilbao, en Madrid, en Sevilla o en León, puesto que a los abrevaderos del alcohol y del café aquí vamos todos de cabeza, sin importarnos quién está detrás de la barra. En el barrio del Ejido, por ejemplo, hay un bar que llevan unos chinos y que normalmente está hasta los topes de parroquianos porque hacen unas tapas cojonudas.
Nico y Lamine, como decía Suárez, han conseguido «volver normal lo que a nivel de calle es normal», con lo que se demuestra que, quitando a cinco descerebrados a los que damos mucho más pábulo del que se merecen, que la sociedad se una, como los de ‘Fuenteavejuna’, para celebrar que hemos ganado en el nuevo campo de batalla dónde se dirimen los conflictos, a los italianos, a los alemanes, a los franceses y a los hijos de la ‘pérfida Albión’, uno detrás de otro, sin apenas sufrir, zampándolos como si fueran bocadillos de una merienda campestre.
Nico y Lamine, dos críos, nos han dado esperanzas como nación, como colectivo, como sociedad. Han conseguido que olvidemos, durante un mes, todas las estupideces que nos separan, que, no lo olvides nunca, camarada, son eso: estupideces y tonterías. Ellos y el resto del equipo nos han devuelto la convicción de que éste, a pesar de todos los pesares, es un país cojonudo, lleno de esperanzas. Y, como dice un amigo, «el fútbol me ha dado momentos irrepetibles en la vida». Gracias Nico, Lamine, Olmo, Rodrigo, Unai, Cucu, Fabián…, sois la hostia. Salud y anarquía.