20/01/2024
 Actualizado a 20/01/2024
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El eco de los golpes se expandía a lo largo de los pasillos y ascendía por el hueco de la escalera. Era considerable la indignación de aquella turba estudiantil que clamaba desesperadamente. ¡Sus móviles!, primero requisados, y ahora además secuestrados. ¡Los ocupantes del despacho donde estaban retenidos se habían ido! cerrando la puerta que estaban aporreando. Era la hora de la salida, y como los opresores no regresaran…

Era insoportable para aquel grupo de chicos y chicas, la idea de padecer una eterna tarde de desolación sin Instagram y Youtube, un tedio insufrible sin su tik, tok. 

Tick, tack, tick, tack, las horas transcurrirían lentas, cada minuto sería una nota larga, como esos sonidos que reverberan con sus ecos interminables en medio de un paraje desolador. Porque nada tendría sentido si el móvil no estaba conmigo para vagar por los círculos de la tarde y adentrarme en la noche con la tranquilidad luminosa de tenerle a él: cuidándome, entreteniéndome, regalándome mi imagen tuteada y adorada. «Teniéndole a él no me hace falta nada». Me confesaba hace poco una alumna.

La humanidad entera al otro lado reclamando mis atenciones…

Atención, he ahí la cuestión. Ellos nos seducen para captarla. «Que no puedan apartar sus ojos de la pantalla». Y que sus dedos sean inducidos a clicar constantemente sobre cualquier ventana emergente. Así lo confiesa James Williams, trabajador en Google durante más de diez años, en su ensayo ‘Clics contra la humanidad’. Todo un alegato que pretende desenmascarar las estrategias que las grandes compañías que operan en la red, usan para secuestrarnos la atención. «Nos incumbe a nosotros la responsabilidad de modificar el cableado de estos sistemas de persuasión inteligente antes de que ellos modifiquen el nuestro».

El autor, tras tomar conciencia del impacto digital sobre los usuarios, abandonó Google para estudiar e investigar sobre la ética de la tecnología. 

En el libro reflexiona sobre los objetivos concretos de los sistemas de navegación que gobiernan nuestras vidas y se han convertido en extensiones de nuestra atención. Williams, que destacó en Google cómo uno de los estrategas con más talento, afirma que el objetivo es secuestrar nuestra atención para poder convertirnos en ‘ojos’, ‘embudos’ o ‘blancos’, que son algunos de los términos usados por los departamentos de marketing y diseño de esas empresas.

Y difícil fue la empresa de conseguir tranquilizar a aquella pandilla de impacientes que al final lograron recuperar su móvil.

Otra tarde de secuestro, y mañana les pides que te atiendan en clase…

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