Nadie sabe a ciencia cierta por qué en el barrio de Puente Castro de la capital leonesa se tiene especial devoción a santo Tomás Becket, conocido como santo Tomás de Cantérbury –o de Cantorbery, o Canturiense–, que fue a mediados del siglo XII arzobispo de esa entonces archidiócesis católica inglesa. Pero es, desde luego –no me digas que no–, cuando menos, llamativo…
Me contaba el otro día Roberto Álvarez –uno de los mejores conocedores de cuanto tiene que ver con Puente Castro– que se cree que probablemente esa devoción haya llegado a través del Camino de Santiago; y que en el barrio se contaban dos hipótesis, ninguna de ellas constatada: una sostendría que el propio santo habría pasado por Puente Castro como peregrino, haciendo noche –y ‘contagiando’ de alguna manera su santidad–; y, otra, que una niña se habría curado de una enfermedad al darle un peregrino a besar una estampa del santo, tras haber pasado por la casa de peregrinos que, al lado mismo del puente, atendía su madre.
Sea como fuere, lo que sí es seguro es que la devoción arraigó entre las gentes del barrio, que decidieron fundar una cofradía que tuviera al santo inglés por titular, documentada ya en 1624 –Máximo Cayón Waldaliso, cronista que fue de la ciudad de León, tuvo ocasión de consultar el ‘Libro de la Compañía de Santo Tomás’, fechado ese año y hoy desaparecido– y que ha llegado a nuestros días con más de doscientos cofrades, en su mayoría vinculados de alguna manera al barrio. Su imagen, que data del siglo XVII –y que en la antigua iglesia de Puente Castro se encontraba en su retablo–, forma parte cada año del cortejo del Corpus Christi de la capital.
La cofradía celebra en 2024 su cuarto centenario –entre sus actos conmemorativos destacó el 1 de junio la procesión con la imagen del santo hasta la catedral leonesa– que, de alguna manera, culminará el próximo 29 de diciembre, fecha en que la Iglesia recuerda a santo Tomás Becket. Y que será día de fiesta grande, a buen seguro, en Puente Castro.