Nos acercamos a León la víspera de Nochebuena. Es un trayecto corto, pero, cuando estoy en Benavides me separa de la ciudad una distancia continental. Cada vez me cuestan más las multitudes y hacen falta menos para hacerse multitud. En el pueblo encuentro una saludable lejanía del hecho de que todo el mundo vaya al mismo sitio al mismo tiempo y me hallo más cercano de mí mismo y de los pocos.
Si he salido de mi remanso en el que las calles se convierten en caminos a los pocos pasos, es por descubrirle a mi hijo una de las ciudades más bellas del mundo y que, casualidad, lleva su nombre. La contemplación de lo bello nos ayuda a ser mejores, buenos. León, en este sentido, es el mejor reformatorio. ¿Quién después de ver San Isidoro, Botines, el Palacio de los Guzmanes y la Catedral no se vuelve más educado, da los buenos días y cede el paso? Y la educación es una de las puertas de entrada de la bondad.
Sin embargo, nos distrae el exceso de decoración. Casi ni un hueco en el que reposar la mirada, una mirada que se vuelve inquieta ante tanto estímulo, pesebre. No hay ni un roto ni un descosido por el que escapar de este frondoso entramado navideño. Puro horror vacui, miedo al vacío, donde parece que han pretendido llenar con adornos y luces otras carencias. A veces lo más es menos y lo menos es más.
Caminamos de la mano. Hay un latir distinto en la ciudad, de prisas de última hora, de olvidos y recados, definitivamente huele a víspera y la gente al cruzarse se intercambia parabienes y buenos deseos. Le enseñó a León dónde y quiénes hacen un periódico y saludamos a algunos libreros. Nos vamos. Volvemos al pueblo.
El día está plomizo, de humedad enemiga de los huesos, de los árboles en huesos y los cuervos sin nidos, de algún aguilucho circundando el cielo en busca de ratones. Antes de llegar a Celadilla, en un prado pace un mulo negro. Me invade la tristeza ante esta imagen icónica de la soledad, de ese mulo solo que no tiene ni idea de que al día siguiente será Nochebuena. El ser humano es el único animal que distingue los días, que conoce la fiestas. Las fiestas nos hacen más humanos. Quienes quieren quitarlas, recortarlas, alegando motivos de productividad, son enemigos del hombre, nos quieren animales, mulos atados a la noria. No es el trabajo lo que nos hace libres, son las fiestas.
Santifiquen las fiestas, salgan sin miedo de este año, y entren en el nuevo con coraje, con el convencimiento de que será mejor. En el nombre de León y en el mío propio les deseamos un venturoso 2023.
Santificarás las fiestas
28/12/2022
Actualizado a
28/12/2022
Comentarios
Guardar
Lo más leído