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Santiago y cierra... Sánchez

17/12/2023
 Actualizado a 17/12/2023
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No me refiero a Santiago Matamoros, el apóstol aludido en el grito lanzado por las tropas cristianas durante la Reconquista; ni a «cierra» como término militar que significa «trabar», «combatir», «acometer». Sino a la embestida de Santiago Abascal, el patriarca de Vox, contra el investido pedro Sánchez inscrita en el diario argentino Clarín tras la toma de posesión del ultra Milei como Presidente del Gobierno de ese país. No sé si como metáfora, pronóstico o deseo, Abascal ha vomitado que «habrá un momento en que el pueblo español querrá colgar a Sánchez de los pies». Lo cual, pese a la barbaridad, en boca de otro voxero «sólo es historia en la suerte de muchos dictadores»; porque, es evidente para Abascal y su tropa, Sánchez es un dictador. Estas palabras han provocado una reacción inmediata en el seno del PSOE por «ser tan indignas e incitan tal odio que algún día lamentaremos un daño irreparable» (Mª Jesús Montero dixit).

Quien suscribe estas líneas, pese a ser cazurro de nacimiento, no debe formar parte de ese justiciero pueblo español, pues la única labor de colgar que quiero es mis prendas en el perchero. Y quien no comparte tampoco las declaraciones de Abascal es su socio autonómico Alberto Núñez Feijóo, más que por lo reprobable, porque ese escarnio contra Sánchez es seguirle su juego y con él «victimiza al PSOE» en una «polémica artificialmente ampliada». 

Si la geometría no me falla, el hecho de pronosticar un Sánchez «patas arriba o cabeza abajo» se lo merece, por tratarse de un dictador «patas abajo o cabeza arriba» que está «rompiendo» España en pedazos, debido al contubernio que mantiene con los independentista para llevar adelante una Ley de Amnistía. Es de sobra sabido que el patriarca de Vox no es un mero paisano sin brillo y sin sal, sino un brillante patriota descomunal. Y si la analogía tampoco me falla, el negro futuro de Sánchez, según Abascal, engarza, no sé si casual o deliberadamente, con la imagen de un asesinado Mussolini colgado por los pies aquel 29 de abril de 1945 en la plaza milanesa de Loreto junto con otros tres fascistas y su amante Clara Petacci. 

El patriarca de Vox argumenta que el jefe del Ejecutivo español es, a la sazón, persona que ha «vendido» sus principios y, en consecuencia, «puede hacer cualquier cosa para mantenerse en el poder», incluso, «pisar las leyes» o «poner en riesgo la unidad nacional». Para evitar ese riesgo, Abascal considera que todos los medios son legítimos, porque, según argumenta: «Ante la ilegitimidad de la secesión sólo cabe la fuerza, toda la fuerza si es necesario» (vid. Hay un camino a la derecha, Editorial Stella Maris, Barcelona, 2015, p. 100). Cegada, pues, la vía de la reforma constitucional, la unidad de España sólo podrá dirimirse por la violencia, con las armas en la mano.

Hablando de «principios» Abascal se autodefine un hombre con escrúpulos y límites morales, en tanto que Sánchez, a su juicio, «no tiene ninguno» porque sólo tiene finales. Y ese final, vaticina, será la suspensión de Pedro Sánchez por los pinreles. 

Las llamadas recientes de Vox a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado a las puertas del PSOE en la calle Ferraz de Madrid, además de ilícita incitación a la rebelión, es leña que alimenta el fuego del odio. 

El uso y abuso de la palabra «enemigo» en boca de Abascal, con referencia al adversario político, no es obviamente un cumplido, sino palabra desterrada del vocabulario democrático por sus connotaciones bélicas; y en la guerra no cabe el consenso ni la alternancia. 

 

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