24/05/2023
 Actualizado a 24/05/2023
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Este lunes pasado fue la festividad de Santa Rita, Santa de las rosas y de las amapolas –«novia de los campos», así llamaba Juan Ramón a la flor libérrima que no admite cadenas ni sembrados–. Santa Rita, junto con San Antonio y San Judas forman el triunvirato de imposibles, perdidos, dificilísimas y también noviazgos. A los tres los quiero siempre en mi equipo y con frecuencia los llevo en la cartera. En este aspecto soy muy pascaliano: poco cuesta para lo mucho que pueden y no contamina tanto encender una vela.

Santa Rita también nos protegía siendo niños de los arrepentidos por malas decisiones o caprichos, del sí pero ahora ya no: Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita. De nada valía el dámelo que es mío, ante Santa Rita, lo que se da no se quita, ya no es tuyo, me lo diste. Para labradores y hortelanos –«yo quiero ser llorando el hortelano»– el 22 de mayo tiene algo de lotería, porque para nosotros Santa Rita es la que da y la que quita. Expresión con la que nos referimos a la amenaza de una posible helada con la que puede amanecer el día señalado ennegreciendo frutos y quemando las judías verdes recién germinadas. Santa Rita que da y quita.

Labradores y hortelanos somos muy de refranes para fijar en la memoria las fechas de nuestras labores. El ajo fino por San Martino. Por San Pedro saca el ajo y planta el puerro. El pimiento se planta en San Isidro. Y así, unos cuantos recordatorios para devotos desmemoriados. Sentados Tomi y yo hace poco en el escalón de la puerta de casa de su abuela, donde tantas horas hemos pasado, sobre todo en verano, viendo volver a la gente de la piscina, hablábamos del huerto, de si él ya había plantado, de que yo ya los tenía en flor. Hablábamos, que con esto del cambio climático ya no se puede uno ni fiar de los refranes, que las fechas están cambiando a un ritmo acelerado, que lo de agua de cielo no quita riego es más bien porque del cielo se hacen de rogar las gotas y que quizás alguien debiera preocuparse en estos Organismos Internacionales que crean comisiones para todo y nombran delegados o altos representantes para los problemas acuciantes, quizás, sugiero, deberían ir pensando en nombrar una comisión paritaria y consultiva que, previa audiencia de los expertos y afectados, revisara los refranes desfasados y elaborara propuestas de nuevos más congruentes con los nuevos tiempos. Sea como sea, que Santa Rita nos proteja.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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