Es una rebelión silenciosa y casi imperceptible. Los libros del presidente del Gobierno aparecen en multitud de librerías boca abajo, como perdiendo «Tierra firme». Cuentan las crónicas de la resistencia sanchista que los empleados se pasan las horas vigilando los estantes donde sonríe Pedro Sánchez y al menor descuido vuelven a encontrar los ejemplares volteados y la hazaña etiquetada en redes sociales. Bienvenidos a la guerrilla cultural. Si hay que lanzarse algo que al menos sean libros. La picaresca patria busca rendijas para evitar la censura social impuesta por la nueva izquierda. Algo le debe estar pasando a la libertad cuando la insurgencia necesita difuminarse entre la multitud para escapar de los señalamientos.
Todo esto ocurre desde el acto de presentación el pasado lunes cuando Sánchez y Jorge Javier Vázquez derrocharon carcajadas de villano Disney al bromear sobre todos los asuntos serios que dividen y preocupan al país. Pedro, toro y torero, se envalentona sin traje de luces frente a los pitones de la incertidumbre. Pero millones de españoles sintieron que era de ellos de quiénes se reía el presidente. Porque la maquinaria del poder nunca puede controlarlo todo. Utilizó Sánchez las cuentas institucionales para promocionar su libro (escrito por Irene Lozano), convocó a más de medio gobierno para aplaudirle las gracias y presentó sin complejos esa «Tierra firme» que será superventas porque detalla como sumir a España desde La Moncloa en arenas movedizas.
Maquis de abrigo largo y gafas de pasta se camuflan entre los estantes de novedades esperando su momento. Fingen hojear lo último de El Gran Wyoming y para pasar desapercibidos se llevan el Planeta de Sonsoles Ónega. Dicen que ingeniosos también voltean ediciones de ‘El pastor mentiroso’ o ‘Pedro y el lobo’. Por fin le debemos a Pedro Sánchez una cosa buena. La España revolucionaria ya no rodea el Congreso, acampa en las plazas o asalta las calles. Ahora desordena librerías.