26/09/2025
 Actualizado a 26/09/2025
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Los edificios también reflejan la situación de la sociedad. Tenemos un sistema sanitario del que nos quejamos mucho más de lo que le aplaudimos. Probablemente porque, o no nos acordamos o, simplemente, aquellos que tienen menos de cincuenta años, no vivieron el como era antes.

La Seguridad Social y todo lo que ahora es, empezó a funcionar como tal a partir de la aprobación en 1963 de lo que fue la Ley de Bases de la Seguridad Social, aunque ya hubiera intencionalidad  a principios del siglo XX cuando se creó el Instituto de la Seguridad Social y a principio de los 40 el Seguro Obligatorio de enfermedad.

¿Y mientras tanto? Pues funcionábamos  con lo que había.

Los médicos, además de sus consultas privadas, tenían el sistema de ‘igualas’ por las que los pacientes, abonando unas cantidades mensuales, recibían la asistencia y tratamiento de cabecera.

Eso no resolvía la los casos más serios, cuando se requería una actuación más importante que una simple visita o, aún más complicado, un internamiento hospitalario.

Y aquí entran los edificios que albergan los servicios médicos. 

En el primer caso, estaban las clínicas especializadas, pero si había que internar, operar o tratar a los enfermos, ya había que ir a los sanatorios.

Y había unos cuantos, que conforme la Seguridad Social ampliaba su cobertura, fueron desapareciendo lentamente.

Una red de Sanatorios, distribuidos por toda la ciudad respuesta a las necesidades sanitarias que funcionaban aceptablemente bien en edificios que han sido parte de la historia de la ciudad, todos ellos con nombres que aún, los mayores, recuerdan. Y muy pocos ya existen, con otro uso, pero que aún significan un pasado, no excesivamente lejano, por desgracia cada vez más perdido.

Por ejemplo.

En la plaza de Guzmán, entre la calle República Argentina y Ordoño II aún se conserva el que fue Sanatorio Miranda, incluso con su nombre en la parte superior de la fachada de la plaza. Encargado por  su titular, Emilio González Miranda, al arquitecto Luis Aparicio Guisasola, a principios de 1930, para su consulta médica, se convirtió finalmente en Sanatorio. 

El Sanatorio Sáez en la calle de la República Argentina  es otro de los pocos edificios que aún se conservan, incluso su nombre, que medio borrado aparece en su fachada. Con proyecto  del año 1946 de Felipe Moreno Medrano y Prudencio Barrenechea. Y se conserva a pesar de que, ya en funcionamiento, sufrió la fractura de uno de sus forjados, resultado de la penuria de materiales que en aquellas fechas se tenía, por fallo del forjado de ferroladrillo, un sistema de construcción antepasado técnico de los actuales forjados de vigueta y bovedilla. 

El último en desaparecer como tal sanatorio es el Otazú, en la calle Lancia, aunque permanece reformado como residencia de tercera edad. Joaquín López Otazú, después de años de ejercicio médico, abrió inicialmente su sanatorio en la calle Ramón y Cajal, trasladándose posteriormente, en 1957, a su ubicación actual en un edificio proyectado por el arquitecto asturiano Juan Villaurre Fernández-Peña, donde, además, en su planta superior, y con acceso independiente, tenía su residencia privada.

Pero, aparte de estos tres, aún había más, hoy convertidos en bloques de viviendas

En la Condesa, al lado de las casas de Aviación, estaba el Sanatorio Eguiagaray, aunque su titulación era Sanatorio Quirúrgico Nuestra Señora del Camino, fundado en 1927 por Jose Eguiagaray  Pallarés, quién además, siempre tuvo una activa vida política, alcalde, Presidente del Colegio de Médicos o Presidente de la Diputación, entre otros. Hoy es un bloque de viviendas con proyecto de Felipe Moreno Mariño.

También en la Condesa, más adelante, hacia el Parador de San Marcos, estaba el Sanatorio Néstor Alonso, un edificio inicialmente destinado a vivienda individual proyectado por Javier Sanz Ezquerra, y finalmente dedicado a operaciones quirúrgicas. Hoy es un bloque de viviendas según proyecto de Andrés García Quijada y dirección de Pablo Vicente Herranz.

En la calle Lope de Vega estaba el sanatorio Hurtado, proyectado por Juan Crisóstomo Torbado en 1927. Emilio Hurtado Llamas, leonés de raigambre, presidente de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de León, y también impulsor de la Universidad. Hoy  es un edificio de viviendas proyectadas por Jesús Arroyo Quiñones.

Y aún alguno más, todos ellos parte de la historia de la ciudad de León, que en los años 60 vivía las mejores épocas de crecimiento económico, cuando era la capital de una provincia en efervescencia, siendo la cabecera de la VII Zona de Renfe, de la Jefatura de la Guardia Civil del Noroeste, La Maestranza de Aviación y centro neurálgico de Telefónica, sin contar Antibióticos, Abelló, todos los laboratorios veterinarios, amén de una minería en su mejor momento.

Con toda esta actividad empresarial, no era de extrañar la existencia de tal número de Sanatorios, aunque hoy estén casi olvidados… como todas aquellas empresas y servicios. 

26 09 2025 Ávarez Guerra
26 09 2025 Ávarez Guerra

 

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