12/04/2023
 Actualizado a 12/04/2023
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Ya se llenó la luna por primera vez después del invierno. Ahora falta que se llenen los pantanos. Tiene que llover. De soledades a pequeñas compañías, como Lope de Vega, voy y vengo y no quiero ser como aquellos hombres a los que el poeta confesaba tener fea envidia que nunca «afirmaron parabien ni pascua dieron». Felices Pascuas. La primavera avanza.

De un tiempo a esta parte, andan los políticos preocupados por la salud mental de los españoles. Me preocupa su preocupación. Leo a Epicuro, hombre bueno que en su bonhomía se preocupaba por la salud de ánimo de sus congéneres y semejantes. Pensaba el filósofo que la ataraxia y la autarquía eran las condiciones básicas para que los humanos pudiéramos ser felices. Y yo pienso que un huerto es el espacio y la actividad propicia para alcanzarlas pues, cultivar un huerto aleja las perturbaciones del ánimo –ataraxia– y nos permite, en cierto grado, ser autosuficientes, es decir, satisfacer nuestras necesidades básicas –autarquía–.

Personalmente, nada me perturba más el ánimo que la vivencia del tiempo a destiempo. Cuando se cultiva un huerto, junto a las verduras y hortalizas, se cultiva la virtud de la paciencia o más bien uno debe deshacerse del vicio de la impaciencia. Las zanahorias no conocen las prisas e ignoran por completo las prisas que uno tenga. Ellas y sus compañeros de bancal tienen su tiempo para germinar y crecer así que o acabas comprendiendo esta lección o nunca serás un buen hortelano. Si la aprendes, sin embargo, evitarás además frustraciones y desasosiegos. Ya lo escribió Salinas: no por correr a principios de octubre, se llega antes a la primavera.

Por lo que se refiere a la autarquía, trabajar la huerta es un sendero que nos conduce serenamente a ella sin fanatismos ni ideologías. Poder alimentarse de los frutos que la unión armoniosa del trabajo de nuestras propias manos y la generosidad de la tierra fértil pone en nuestra mesa es una de las más gratificantes satisfacciones que conozco y además destierra el enajenamiento. Tampoco habría que temer el riesgo de que esta autarquía pudiera conducirnos hacia el egoísmo, pues un huerto propicia el regalo sin segundas, que es una de las expresiones más perfectas de la buena vecindad.

Señores políticos, lean a Epicuro y, si de verdad les preocupa nuestra felicidad, déjennos tener un huerto, o huerta (ni en esto es polémico). Además, de rebote, probablemente baje la inflación.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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