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La sala de profesores

02/03/2024
 Actualizado a 02/03/2024
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Las salas de profesores, amén de nuestro espacio secundario de trabajo, son reductos donde compartimos estrategias, liberamos tensiones y recabamos apoyos. Allí también damos rienda suelta al humor, que tanto ayuda a relativizar las pequeñas tragedias de cada día y a cuidar nuestra salud mental. 

En cierta ocasión, una compañera de lengua, me decía con retranca, al hilo de unos cuantos incidentes arracimados en la misma semana: «si ya se lo dije hoy, ¡chicos, pero si entro en esta clase y veo a las hormonas saltando por todos lados!». No pude por menos de reírme imaginando la escena, aun a sabiendas de lo mucho que ese descontrol hormonal perjudica sus aprendizajes.

Y es que a veces el panorama al entrar en una clase invita a la fuga de Alcatraz. Cruzas el umbral con la sospecha de haberte teletransportado a una batalla campal para exponerte a un fuego a discreción «profe, me duele la cabeza», «¿puedo ir al servicio?», «mi perro se llevó el cuaderno en la boca, no pude hacer los deberes y no lo encuentro», «profe, Rosendo me ha tirado el borrador a la cabeza». Y entonces, tienes la certeza de que seguramente pronto entrarás a engrosar el parte diario de defenestrados en acto de servicio. Más de una vez, por relajar el ambiente, me acerco a la criatura más pacífica del aula, que anida serena en un rincón y le digo bien bajito «oye, ¿y si nos vamos a comer un chocolate con churros?», obtengo su resignada sonrisa por respuesta y ese gesto cercano de súplica y complicidad me sirve de acicate para ir serenando pacíficamente el aula hasta lograr el necesario clima para comenzar la clase.

Es su mundo efervescente, que también fue el nuestro. Una época convulsa y muy compleja a nivel emocional. Un status de constante cambio que les coloca en una situación de gran vulnerabilidad, sobre todo mental. Por eso parece oportuno recordarlo hoy, Día Mundial del Bienestad Emocional de los Adolescentes. Según la OMS, una de cada siete personas jóvenes adolescentes de diez a diecinueve años padece algún trastorno mental bien sea ansiedad, alteración del estado de ánimo, déficit de atención, trastornos de la alimentación (anorexia, bulimia), depresión o condiciones de riesgo, tales como el consumo de drogas. Además del suicidio, una de las principales causas de muerte entre nuestros chavales.

Nos hablaba el educador Ricard Vila, en un reciente curso sobre practicas restaurativas, sobre la necesidad de la escucha como elemento determinante para resolver conflictos y pacificar el aula. 

Lo necesitan para expresarse y encauzar emociones.

Todos lo necesitamos, como esos pequeños desahogos en la sala de «profes», entre clase y clase.

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