¡Pobrecita Rosalía, ya vecina de prisión al tener por maldición deficiente economía, un marido en reclusión y una Astorga compungida, el lugar donde nació. Ha de Iglesias apellido, que es el sitio convenido para santa comunión, expiatorio de pecado, ceremonia, contrición, misa, rezo..., pero también confesión!
Bella moza maragata, seducida por la plata, casose con tesorero de un político partido –distinguido caballero y un experto en embutido rellenito de dinero– que ha despertado la envidia del más rico choricero. Muy devota al matrimonio, no obstante dice ignorar tan copioso patrimonio por su esposo conseguido (no fuese el mismo demonio la tentase al testimonio decir cómo lo ha engullido). Y que le da mucha pena que a su inocente marido se lo tengan recluido por delincuente en la trena como si fuese un bandido, siendo por todos sabido más limpio que una patena y, por tanto, sin sentido, se le imponga una condena por peculio sin saber dónde ha venido. (O como dice la infanta de su candoroso esposo, de apellido Urdangarín, que tiene su origen vasco y de afición txuri-urdín, que sólo ‘chupa’ de frasco, el ‘chorizo’ le da asco y de ‘pasta’ un celemín). Y con lenguaje elevado fruto de orgullo florido, yendo a ver a su marido entre rejas enjaulado, espetole este recado a todos los funcionarios puntuales y cabales en cumplir su cometido: «Con una soga yo os vea por el cuello suspendidos». Esta es la Rosalía, tan subida en la bravata, que no se diga con brida si de echar genio se trata, o en su defecto se afirme una dama timorata. Soplando a los cuatro vientos con relente de ironía, dijo ante el juez Rosalía en juicio abierto en su día: «Que tonta, tonta no soy, créame usted, señoría». Tanto el juez, incluso el mismo Rajoy, que de embusteros se fía más que un cowboy de su lazo en apresar vaquería, es obvio que la creían como si fuese su abrazo. Aunque, para ser más cierto, se dice de Rosalía, dando lugar a la duda, dicho con todo respeto, que sea la más aguda.
¡Maragata, maragata, si no metiste la pata al unirte a un tesorero, no nos mientas y relata cómo ganaba el dinero y largaba al extranjero capital advenedizo, el que te hace mojigata y se fue a banco suizo! Estando desempleada en una Caja de Ahorros metiste quinientos ‘pavos’ por ingresos de unos cuadros que vendiste sin poder justificar de qué mano recibiste tan copioso capital. Y hay que echarle mucho morro diciendo que apenas da por escasos intereses para ir a Canadá a esquiar con canadienses en fechas de Carnaval. Y que el otro capital de bienes inmobiliarios de usufructo conyugal, escritos ante notario y registro catastral, son bienes muy sustanciales para poder heredar. Mas no tuviste reparo en confesar al fiscal, tras abrírsete un sumario por negocio irregular, que no te alcanza el salario, pues, por embargo de bienes, solo puedes declarar, cual cuitado proletario, trescientos euros al mes, que eso dinero no es, y no puedes aguantar por ser tu vida un calvario difícil de soportar.
Contristada se la ve a la pobre Rosalía llorando a lágrima viva por quedarse sin parné, y su memoria vacía sin saber que responder a lo que su señoría le demanda esclarecer.
¡Quince años te han caído producto de una condena, y al pobre de tu marido el doble, que es la treintena. Y aunque no cumpláis la pena en total integridad, que el pasaje por la trena os cure la indignidad!
Ay, Señor, venga a nosotros tu reino, que el que rige esta nación es fruto de la codicia y tiene por condición siempre estar como noticia por causa de corrupción.

Rosalía
03/06/2018
Actualizado a
18/09/2019
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