A un vecino de la Ribera del Órbigo le han timado 350.000 euros a través de la cada vez más conocida como estafa del amor. Cuenta la Guardia Civil que a este hombre le han sacado los cuartos a través de meras conversaciones de internet y me confirma un conocido inspector de policía que hay muchos más casos de los que publica la prensa. Ha sido detenida una mujer.
Cuando escuché por vez primera un fraude de este tipo pensé que, como dice el actualizado refranero popular, «hay más tontos que botellines». Una vez que me he informado, me consta que es un delito más complejo. Los delincuentes, ellos y ellas, eligen a las víctimas ideales por el perfil psicológico, en ocasiones se trata de organizaciones con estructuras complejas, trabajan con aplicaciones de Inteligencia Artificial, generan vídeos y audios que podrían engañar al más espabilado de la clase.
Siempre ha existido el fraude, el camelo, el engaño, pero con la tecnología disponible en estos tiempos la posibilidades se multiplican de manera exponencial. Famosa se hizo no hace tanto una señora que creyó mantener una relación sentimental con el mismísimo Brad Pitt o la mujer gallega que afirmó estar dispuesta a dejar a su marido por el actor chino de moda. Sin embargo, la mayoría de los desfalcos afectan a situaciones sin tanto glamour, a gentes que sufren la soledad, necesitadas de cariño, confiadas hasta el punto de, a cambio de falsas promesas de amor, enviar dinero a presuntas parejas que ni conocen personalmente, por ayudarlas ante necesidades económicas en variadas versiones.
La estafa del amor o romance scam ha encontrado en las redes sociales y las aplicaciones de citas el caldo de cultivo perfecto. Según sea la víctima, crearse un perfil falso de persona emocional y económicamente delicada o de triunfadora con alto poder adquisitivo son los papeles elegidos por estos modernos chorizos.