25/04/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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Quien tiene todas las respuestas es, quizás, porque no se hace las preguntas adecuadas. La duda, el error, nos permiten avanzar, si acaso, dando pequeños pasos, obligando incluso a retroceder en el camino para buscar otra salid. La clarividencia del omnisciente asusta, es un agujero negro que traga todo y que al tragarlo lo destruye.

Ahora que estamos en época de venta de elixires que todo lo curan, escuchar a esos parlanchines que dicen tener, solo ellos, la receta mágica que todos los males cura, provoca en quienes escuchan y luego piensan una fuerte reacción en sentido contrario. Es bueno equivocarse, a veces, y reconocerlo, porque ello te obliga a tomar decisiones. No deben ser otros quienes las tomen por ti, al menos que no las tomen siempre y que no las tomen los de siempre.

En ocasiones te das cuenta, solo cuando ya has llegado al final del camino, que en la encrucijada tomaste la dirección adecuada. Había otras posibilidades, algunas de ellas eran incluso más fáciles, más transitables, pero tú preferiste apostar por aquellas que exigían más esfuerzo, más riesgo, aquella que menos comodidad te aseguraba. Eliges y sigues.

Hay decisiones inmediatas, que te obligan a actuar ya. Las hay que necesitan de reposo, de tiempo, de reflexión profunda, de conjeturas, de dudas. Tomadas en caliente, siempre conducen a error. Estás cansado, muy cansado, de ver cadáveres en el camino de aquellos que nada dudaban, que para todo tenían respuesta, que siempre poseían, solo ellos, la poción mágica. Y qué curioso, siempre querían compartir su pócima sin pedir nada a cambio. Todo por el bien común, por el amor a la patria, a cualquier patria, a la bandera fuera esa la que fuera, por el honor, el suyo, solo el suyo. Ahí encontraban todas sus respuestas.

Pero son muchos los que no necesitan sus respuestas, porque nunca se hacen sus preguntas. El día que escuchen y conozcan tus dudas, quizás ese día te sirvan sus respuestas.
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