08/01/2019
 Actualizado a 13/09/2019
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La celebración de la navidad fue en sus orígenes y durante mucho tiempo algo muy entrañable y familiar, y, por supuesto, siempre con un sentido plenamente religioso: la celebración del nacimiento del Salvador. Para ello no era necesario gastar mucho, pero ello no impedía esperarla y vivirla con ilusión. Tampoco ahora deja indiferente a casi nadie y basta con tener en cuenta por estas fechas los millones de desplazamientos por nuestras carreteras y la invasión masiva de los centros comerciales, con el consiguiente e ingente gasto económico.

Sin embargo va en aumento el número de personas que dicen que cada vez les gusta menos la navidad. Dicen que les deprime. Otros la esperan con tan altas expectativas de felicidad que terminan por sentirse defraudados o vacíos. En cuanto a la resaca que suele producirse con ocasión de la navidad, puede deberse tanto a los excesos en la comida y la bebida como al excesivo gasto que en muchos casos deja la cartera temblando. Típico de estas fechas, y esto lo acusábamos sobre todo los que estudiábamos en internados, era la morriña ocasionada al tener que volver al ambiente frío y de disciplina espartana de los colegios, con tanta añoranza del calor hogareño.

Pero, no nos engañemos, el gran vacío que pueda dejar la navidad es el que produce la ausencia del sentido religioso y cristiano que dio origen a la misma. No hay más que ver el enorme contraste del gentío que en estas semanas abarrota las tiendas o los centros de diversión comparado con los que asisten a las iglesias, al menos en nuestras tierras. En otros lugares del mundo donde hay más pobreza o incluso donde los cristianos son perseguidos, la navidad se celebra de una manera mucho más auténticamente cristiana. Están interiormente mucho menos vacíos que nosotros. Tampoco puede hacernos felices una navidad insolidaria, de espaldas y al margen de tantas personas como sufren y padecen, encerrados egoístamente en nosotros mismos. El egoísmo no puede hacer a nadie feliz.

También hay algo por lo que muchos dicen que la navidad les deprime: la ausencia de personas que han muerto y que otros años estaban connosotros. Pero eso no debería ser razón suficiente para estar tristes, pues precisamente gracias a la venida del Hijo de Dios a este mundo podemos decir que la vida tiene sentido y que ellos, en principio, deben estar más felices que nosotros, disfrutando de la salvación que Él nos ha venido a traer. Cuando la celebración de la navidad responde a sus verdaderos orígenes nunca puede defraudar.
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