30/07/2025
 Actualizado a 30/07/2025
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Llevo un tiempo diciéndome: «Esta semana hablo de lo que está pasando en Gaza». Luego me pongo delante del ordenador y no soy capaz de escribir ni una palabra. 

No sé si empezar por contar la impresión tremenda que me produce la vergüenza que siento de la especie a la que pertenezco. La contradicción que supone renegar del propio ‘avatar’, por decirlo de alguna manera, y haber preferido ser árbol, pájaro, reptil, rio o montaña… cualquier cosa menos esto que me hace cómplice del verdugo más cruel.

Y sentirme una traidora por no saber asumir lo que de verdad soy.

O explicar lo que siento tras haber hecho un ejercicio de empatía con alguna de las aristas de esa realidad sobrecogedora de los gazatíes. Quizá empezar por intentar sentir la misma hambre en mis tripas, metafórica y literal, o sentir sobre mi piel el camino sin retorno de la injusticia cuando cae sobre los inocentes, o la tristeza que te devora cuando acontece la muerte inesperada en un ser amado, el miedo, la ira, la impotencia, la incomprensión, tanta violencia propia y ajena, tanta sin razón…

Verse en el ojo del huracán de la maldad, de la crueldad, atrapada sin remedio en un escenario infernal.

O cuando intento hacerlo poniéndome en la piel de un israelí. El peso de la historia, una vez más sobre sus hombros, susurrándoles al oído con su voz psicofónica, entre risas y siniestras carcajadas, que vuelven a estar en el lado equivocado, otra vez. Esa cerril dicotomía víctima-verdugo en la que se han instalado como el pueblo sin alma que finalmente han demostrado ser…

Qué tragedia la suya, tanta sangre hoy en sus manos, ¿a quién se volverán para pedir perdón llegado el momento de la verdad y quién será capaz de perdonar tanta barbaridad?

No habrá perdón para ellos. 

El embajador palestino rompiendo a llorar en la ONU.

Los estibadores griegos negándose a cargar armas con destino a Israel.

Josep Borrell diciendo la verdad: Europa no tiene alma

Y tantos y tantos clamando por un alto el fuego

Mientras, Ursula von der Leyen y Trump ultiman detalles y cierran su trato en el 15 %. Netanyahu advierte de que «no habrá más excusas» para que Israel continúe su ofensiva en Gaza, mientras propone a Trump para el Novel de la Paz. Es el último insulto a la inteligencia. Vladimir Putin no para de construir submarinos de guerra mientras se muere de risa ante la ocurrencia de su primer ministro de agricultura de exportar cerdo a países musulmanes, y Xi Jinping se prepara para las nuevas negociaciones con EE UU.

Fíjense qué pandilla, ni en las mejores distopías hay personajes así. Sobre el telón de fondo de la guerra de Gaza, su delirio es pura perdición para cada una de nosotras. No hay futuro mientras esta gente esté ahí.

A lo mejor había que empezar a pensar dónde está la verdadera revolución, sin cuchillos ni pistolas. Salirse poco a poco de su juego, de su negocio y dejar de consumir. Apagar las luces y bajar el volumen para volver al silencio y los detalles de las cosas. A no consentirles que nos manejen, que nos dirijan, que nos exploten, que nos tiranicen a fuerza de deudas y obligaciones. Que nos roben cada minuto de nuestra vida obligándonos a alimentar su megalomanía, matándonos cada vez que les plazca.

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