Una relatora es aquella mujer que por mandato de Naciones Unidas verifica determinadas condiciones relativas a los Derechos Humanos en una situación conflictiva de relevancia internacional. Una relatora es también aquella otra de voz expuesta para leer el guión de un acto público explicando la escenografía y dando pie a que autoridades y participantes ejecuten sus papelones. Y una relatora es cualquier persona que cuente una historia para los demás o para los atentos adentros de sí misma.
Desde que existe una pronunciada conciencia de individualidad, del Renacimiento para acá, el humanismo entiende que los seres humanos lo de contarnos lo hacemos indefectiblemente, como procedimiento de construcción de nuestra identidad, explicándonos a nosotros mismos vida y ser como si de novela se tratase. Pero Lola López Mondéjar, autora del reconocido ensayo «Sin relato» asegura que nos estamos quedando sin esa capacidad narrativa por culpa de la digitalización excesiva y que eso tiene unas consecuencias profundas y graves en esta especie nuestra, tan plástica y adaptativa. Miedito.
Transparente y preciso en su escritura, "Sin relato" es también tendencioso, lo cual hace dudar de sus postulados. La autora extrapola al total de la especie las conclusiones que ha sacado en sus muchos años de estudio y ejercicio del psicoanálisis principalmente en una esquinita del mundo llamada España. También extrapola a toda la población lo que ella observa en la porcioncita que ha tratado y observado, que es aquella con probables patologías psicológicas. Es un poco arriesgado desde ahí hacer esas consideraciones de ambición tan generalizadora. Pero lo que más escama en su libro es el efecto mariposa que presenta. Bajo aquel afirma que la falta de relato castiga la subjetividad y con esta perece el criterio sociopolítico dejando a las sociedades democráticas a merced de los populismos. ¡Como si antes de los dosmil el total del censo hubiese votado siempre inteligentemente merced a lo muy centrados que estaban los votantes por su exquisito monólogo interior! Mare meua.
La verdad es que uno tiene la intuición de que efectivamente es bien importante esa construcción narrativa propia. Tanto como la semblanza que van haciendo de una persona amigos, parejas y las cinco hermanas que acompañan en la vida a algunos afortunados como mi padre, no exenta de fricción, pero tampoco de cariño, complicidad y lucidez. Me parto con ellas, las relatoras del Cerecedo.