Hace ya algún tiempo que las ruedas de prensa en el Congreso de los Diputados se han convertido en un espectáculo bochornoso. La degradación que está asolando a los diferentes estamentos de nuestra sociedad también se ha cebado con el periodismo. Es triste, pero algunas de las escenas que acontecen durante las comparecencias de los representantes públicos deberían avergonzarnos y asustarnos, a partes iguales, tanto a los profesionales periodísticos como al resto de mortales.
Para corregir una de estas anomalías, hace unos días se ha aprobado en el Congreso un reglamento que fija las normas de comportamiento de los periodistas en la Cámara Baja y determina, según el tipo de infracción, la duración de la retirada de la acreditación de prensa. Por mucho que algunos defiendan que esta medida es un ataque a la libertad de prensa, la realidad dista mucho de esta conclusión, ya que las normas de comportamiento que incluye dicho reglamento son básicas y para nada influyen negativamente en el ejercicio profesional ni restringen, por ejemplo, la posibilidad de formular preguntas incómodas. Lo que se pretende es evitar las faltas de educación y comportamientos que distan mucho de la ética periodística. Dicho esto, sí que hay dos ‘peros’ que no debemos pasar por alto.
El primero de ellos es que se ha aprobado la creación de un Consejo Consultivo, encargado de analizar las infracciones y determinar su gravedad. La pregunta que tenemos que hacernos es quién integrará dicho organismo, porque si este va a estar formado por una mayoría de diputados de los partidos que estén gobernando, no es ilógico pensar que sus decisiones quizás no estén basadas en la independencia deseada y utilicen su posición de fuerza para ajustar cuentas pendientes.
El segundo ‘pero’ es que, ya puestos a plantear reformas, se ha dejado pasar una oportunidad de oro para estampar negro sobre blanco también las normas de comportamiento tanto de los jefes de prensa de los partidos con representación en la Cámara Baja como de los propios parlamentarios. A los primeros se les debe exigir que los turnos de preguntas se repartan de manera equitativa entre los medios presentes, independientemente de su línea editorial, y a los segundos se les debería obligar a responder a todas las preguntas que les formulen en las ruedas de prensa. Puestos ya a modificar el reglamento, no hubiera estado de más algo de autocrítica entre sus señorías y que fijaran también sanciones para cuando ellos incumplan las normas básicas que garantizan el respeto a la libertad de prensa y el derecho a la información.