Imagen Marina Díez

Reconciliarnos con el cuerpo: también es feminismo

27/12/2025
 Actualizado a 27/12/2025
Guardar

Nos han enseñado a mirar el cuerpo como un enemigo.

Demasiado gordo. Demasiado flaco. Demasiado alto, bajo, ancho, viejo, arrugado.

Nunca suficiente.

Nunca bien.

A las mujeres se nos ha repetido, generación tras generación, que el cuerpo es algo que hay que corregir. Que hay que tapar. Que hay que moldear a golpe de dieta, de faja, de depilación, de vergüenza.

Y ojo: no es casualidad. Un cuerpo inseguro es un cuerpo dócil. Un cuerpo avergonzado es un cuerpo que no protesta.

El feminismo también es esto: reconciliarnos con nuestra piel, con nuestras arrugas, con nuestras estrías, con nuestros kilos de más o de menos. Porque mientras sigamos odiando lo que somos, será más fácil que nos controlen.

Mirad alrededor: ¿cuánto tiempo, dinero y energía gastamos en ‘mejorarnos’? Y qué curioso: casi siempre las que tenemos que ‘mejorarnos’ somos nosotras.

¿De verdad alguien cree que eso no es político?

Reconciliarnos con el cuerpo no significa que de repente tengamos que amarnos en cada centímetro. Significa dejar de vivir en guerra con nosotras mismas. Significa poder mirarnos al espejo sin insultarnos. Poder ir a la piscina sin sentir que tenemos que pedir perdón por ocupar espacio. Poder envejecer sin que eso sea una derrota.

Porque cada arruga cuenta historia. Cada cicatriz dice que sobrevivimos. Cada estría es un mapa de vida. Y ahí, justo ahí, está la belleza que nunca nos han dejado reconocer.

Feminismo también es cambiar el lenguaje: dejar de decir «qué gorda estoy» como insulto, dejar de decir «qué buena estás» como halago que reduce todo a la carne. Feminismo es enseñar a las niñas que sus cuerpos no son proyectos en construcción, sino casas habitables desde el primer día.

Reconciliarnos con el cuerpo es urgente. Porque mientras nosotras seguimos contando calorías, otros siguen contando poder.

Y ya va siendo hora de que cambiemos las cuentas.

Lo más leído