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¿Quién vigila al vigilante?

20/03/2024
 Actualizado a 20/03/2024
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San Agustín lo decía a propósito de la mentira: «Puede que a uno le guste mentir, pero nadie soporta que le mientan». Él veía ahí la vocación del hombre por la verdad.
Podemos expresar también: ¿Quién le pone puertas al campo?, o ¿quién vigila las ansias de poder?, o ¿quién defiende al ciudadano de las ansias de poder?

Tan sencillo de resolver es esta proposición que asombra que no se haya realizado o solucionado, quizás, esta premisa desde hace mucho, mucho tiempo, tanto como las incidencias en la vida social española, de esta política trasnochada que ninguna fuerza política se atreve a meter mano firme a las soluciones que se deberían adoptar para que nunca más se presentaran veleidades encubiertas de aspiraciones dictatoriales y otras cuestiones afectas a las corruptelas.

Todo un reto y que nadie recoge el guante, mientras se asiste al desmantelamiento de una convivencia, que parecía estable, pero que los enemigos del diálogo están encargados en aflorar el enfrentamiento y la exclusión del discrepante y la ejecución de medidas anti-progreso. y convivencia.

La política española, si sale de este marasmo grave que padece, debe afrontar una reforma de las reglas del juego para evitar ‘napoleoncitos’ o tics de ‘dictadores de salón’, que comienza desde el comportamiento de sus servidores cuando juran la Constitución, así como saber de forma eficaz las normas constitucionales y que los partidos sean precisamente los que exijan a los futuros servidores públicos que han de poseer una mínima formación cultural y relevancia social entre sus convecinos.

El espectáculo deprimente que ofrece hoy la política española no resiste un análisis medianamente serio porque la radiografía resultante es un panorama desolador que embarra el éxito conseguido desde el 78 a nuestros días, por no decir el período oscuro pero muy activo de mucha gente que antes atisbó un tipo de cambio hacia la democracia, por supuesto pacífico y dialogante, tratando de derribar muros que habían construido fuerzas radicales y ajenas a la concordia.

Asistimos actualmente a un empeño de cambiar todo bajo un dominio de la autoridad conferida en las urnas ,equivocadamente, y con una deriva autocrática que impone acuerdos con grupos que desean derribar las normas constitucionales que se dieron los españoles por referéndum y con abusos en le promulgación de decretos exprés, que intentan reformar todo sin consenso, y el beneplácito de los ciudadanos que deben ser consultados, ante propuestas de cambios que significan otro modo de convivencia que no dispone de un estudio serio y con el consentimiento de la mayoría.

Parece ser que la opinión se manifiesta en las urnas autonómicas, pero quizás sería tarde por la deriva de las soluciones nacionales ante hechos tan graves como el independentismo de territorios que se deben debatir con actitudes resolutivas y exigencias de cumplimiento de la Constitución.

Recapitulamos. España necesita reformas urgentes promovidas por políticos responsables, preparados y serios. Reformas que piden consenso y que sirvan para transitar este siglo que esboza problemas importantes en la vida de las personas. No son tantas, desde luego, pero sí son urgentes aquellas que sirven a la convivencia y participación de los políticos en los órganos de representatividad porque el actual panorama del Congreso no responde ni a la dinámica del país, ni a la efectividad en la cohesión y la unidad nacional, así como en la operatividad.

Sobre todo, la existencia de personas competentes que trabajen y cierren problemas importantes que existen en aspectos importantes de nuestra vida nacional como la educación, la justicia, el hecho autonómico, el agua, la energía, la industria, la seguridad nacional en todos los órdenes, y un etc. largo, que no debe embarrarse en la lucha partidaria y si establecer acuerdos amplios y sensatos.

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