21/03/2023
 Actualizado a 21/03/2023
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Cuando escribo estas líneas aún no ha comenzado a celebrarse la controvertida moción de censura que tanta expectación promete. Estoy convencido de que aun aquellos que más la rechazan o ridiculizan la van a seguir con mucho interés. Por supuesto que, salvo un imposible milagro, seguirá gobernando el Presidente Sánchez, pero estamos seguros de que la moción tendrá una enorme repercusión en las próximas encuestas que no sean del CIS. ¿A quién beneficia? El tiempo lo dirá.

No obstante, la gran cuestión está en saber quién gobierna el mundo, quién maneja realmente los hilos de la política y de la economía. Se dice que las grandes decisiones están en manos de unos pocos, cuyos nombres ni siquiera son conocidos. Se habla mucho de Soros, pero seguro que hay otros más influyentes. Da la impresión de que los gobiernos nacionales tienen muy poco margen de maniobra y de que cada vez hay menos libertad. Nos toman el pelo como quieren. La pandemia, provocada o casual, ha servido para tomarnos la medida.

Cuando hablamos de libertad tendemos a pensar en la libertad de expresión o de actuación, pero tan peligrosa o más es la falta de libertad de pensamiento e incluso de memoria. De una manera muy sutil nos imponen ideas o ideologías. A través de diferentes medios de comunicación o de la escuela tratan de infiltrar en las mentes pensamientos que van contra la razón y contra el sentido común. Un ejemplo muy claro es el tema del aborto. Han conseguido que algo tan cruel mucha gente lo vea como algo normal. Pero se podrían poner muchos más ejemplos. Así, cuando surge una guerra o una crisis económica, nos resignamos a pensar que es algo inevitable, olvidando que casi siempre está todo muy bien programado, perversamente organizado. Quizá por eso, cuando hay una alternancia en el poder, en muchos temas fundamentales apenas se nota la diferencia entre gobierno y oposición y no se producen grandes cambios. Es más de lo mismo, llámense de derecha o de izquierda. No hay una verdadera alternativa. Y, si alguien intenta rebelarse contra esas imposiciones ideológicas globalistas, tratarán descalificarlo, ridiculizarlo y desprestigiarlo hasta la saciedad.

Por todo ello interesa que la gente sea ignorante, que desconozca la historia, que se libere de la influencia de la religión cristiana, que desaparezca la institución familiar y todo aquello que ayude a abrir los ojos. Tristemente el mundo de hoy podría verse reflejado en el título de aquella película de los años cincuenta: ‘Caravana de esclavos’.
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