25/07/2015
 Actualizado a 12/09/2019
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Joaquín Rodríguez Ortega, más conocido como ‘Cagancho’ nació en Triana en 1903, muy cerca de la calle Pureza, donde el alma se enciende en pasión. Nieto de un cantaor e hijo de un herrero, el ‘gitano de los ojos verdes’, fue un torero de genialidades que supo usar el capote con las manos bajas, algo apenas visto hasta ese momento.

Cagancho, torero de pellizco y gran conocedor de los cánones de la tauromaquia, movía el capote y la muleta con gracia y suavidad, siempre al soplo de la inspiración.Llegóa ser un ídolo del toreo en España y México, hasta el punto de que cuando él lidiaba, se empeñaban los colchones para poder verle hacer el paseíllo. Me cuentan que hasta mi abuelo Sares, cerraba el bar cuando el gitano de los ojos verdes se anunciaba en los carteles de las Ventas.
Pero Cagancho, como torero de arte y ensueño que era, combinaba tardes de éxito estéticamente inimitables, con grandes sainetes y petardazos, que acababan en el cuartelillo de la Guardia Civil con prisión preventiva y los toros por supuesto, devueltos a los corrales.

De ahí que utilicemos la expresión «quedar como Cagancho» cuando quedamos realmente mal en público. A alguno de nuestros nuevos políticos locales, les podríamos aplicar fácilmente esta frase, para que entiendan que ahora que ya no ven los toros desde la barrera, donde es muy sencillo y gratuito hacer crítica política, la responsabilidad de llevar el trabajo hecho de casa es fundamental.

Ostentar un cargo público no se limita a ponerse la banda en las fiestas, acompañar a la Borriquilla en la Procesión de las Palmas, o ponerse de acuerdo para las codiciadas dedicaciones exclusivas y cargos de confianza, sino que es algo más. Y al igual que exigimos responsabilidades a un profesor, cirujano o arquitecto, un político debe tener vergüenza torera y asumir sus errores de amateur. Y de la misma manera que reclamamos buenos profesionales en todos los ámbitos,deberíamos pedir buenos políticos y no paracaidistas que tan pronto son magenta como naranja, y que cuando el toro es encastado, toman el olivo y se saltan la disciplina de voto de partido.

Llevar a un pleno de finales de julio una moción para que el coto escolar incorpore a algún muchacho en riesgo de exclusión paralos campamentos de agosto, cuando solo hay una vacante y sin tiempo material para llevarlo a cabo, no solo es vergonzoso y demagogo, sino quedeja meridianamente claro que la propuesta busca exclusivamente utilizar a estos niños como argumento para lucirse en un pleno, consiguiendo el quórum de todos los demás grupos para votar en contra. Y es que digo yo, «¡Manolete, sino sabes torear pa qué te metes!»
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