Cedo la palabra. Gracias, señor columnista. Si Ian McEwan en ‘Cáscara de nuez’ puede entregarle la voz narradora a un embrión, tampoco es nada del otro mundo que usted se la ceda a este pequeñajo. Voy al lío. Soy un nene que el año que viene empieza educación infantil. Todavía no se dónde la cursaré. Las opciones más cercanas serían, al oeste el Quevedo, al norte las Anejas y al este los Maristas. Al sur, en lo que sería la millita de oro de León, solo están las Carmelitas y quedarían fuera del perímetro.
Me preocupa el asunto del cole. Muchos de ustedes dirán que tanta tabarra con esto para qué, pero muy pocos negarían que si quisiese aprender a jugar a ‘fubo’ (así lo llama mi padre, al muy cabrón le gusta reírse de los futboleros) no habría nada mejor que ser aceptado en la Masia del Barça o en La Fábrica del Madrid. Pues eso. Quiero ir a un cole que explote mis capacidades o en el que si tengo algún problema me den atención personalizada, y no telefónica.
Entre todo de lo que me voy enterando en lo relativo a este mundillo, lo último y más reseñable puede catalogarse de una de cal y una de arena, como dicen ustedes los adultos.
En estos últimos años han hecho mucho ruido los colegios bilingües. Y resulta que los que mejor gestionan este proyecto son los que separan a quienes pueden seguir ciertas clases en inglés y a quienes no. Eso es atención a la diversidad y un bien ejecutado proyecto de centro. Y ambos son insoslayables en la buena gestión educativa. Perdónenme si me vengo demasiado arriba.
Por otro lado, he de decir, que muchos de quienes más quiero se dedican a la docencia. Seguro que lo hacen genial, pero a mí lo que me importa es cómo lo hagan los que van a ser mis profesores. Me eché a temblar el otro día cuando escuché cuál es el baremo para el concurso de traslados. El concepto que más puntúa es cada año trabajado en un mismo centro a partir del cuarto. Si no me equivoco eso quiere decir que se penaliza la movilidad y se premia permanecer estático. Miedo me da. Porque experiencia, la buena, no son años haciendo lo mismo en el mismo sitio. Experiencia, la buena, es la asimilación de lo aprendido en diferentes destinos, puestos, tareas. Y es fundamental para prepararnos a los futuros adultos para el escenario cambiante que será el mundo.
Me gustaría tranquilizarlos. Si bien es cierto que la educación me tiene preocupado, los otros dos asuntos más relevantes en mi cortita vida los tengo solventados. En lo referente a la salud, con todo lo que sabe mi mami estoy más que protegido. Y en lo que respecta al asunto capital para un nene (y para sus papás, a quienes tantos quebraderos de cabeza les trae), a saber, el nombre con que fui bautizado, estoy más que satisfecho.

Que hable el pequeñajo
13/05/2018
Actualizado a
11/09/2019
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