Se termina un año lleno de sobresaltos, pero parece que esta vuelta al sol quiere despedirse con buen sabor de boca, sobre todo en León, donde ha tocado el Gordo de la Lotería en diversas localidades como Villamanín, Villablino o La Bañeza.
Mis amigos de otras ciudades me han llamado en seguida preguntándome si me había tocado algo. Tuve que decirles, no sin pesar, que ni la pedrea. Culpa mía, no suelo jugar, no tengo fe en el azar si el azar ha de dirigirse a mí, soy una de esas españolas que prefieren decir de esta semana decembrina que es su semana de la salud, aunque bien pensado, como de salud no ando tampoco muy sobrada, para mí es la semana del amor y la amistad. Esa es mi lotería, mi premio gordo hoy y siempre; eso sí, ese ateísmo mío en el azar no significa que no me alegre hasta el infinito por mis paisanos, sobre todo en un año en el que han sufrido pérdidas y momentos terribles a causa de los incendios estivales. Ojalá esta lluvia de millones pueda, si no recuperar tesoros perdidos y memoria, elevar la moral y reforzar la economía de estas zonas rurales ya muy castigadas.
Por lo demás, yo no pido mucho. Cada año, desde mi ventana, una mega rana gigante es quien marca el inicio de la Navidad. Al principio me causaba cierto cansancio tener delante de casa a este batracio saltarín que emite villancicos y provoca gritos espeluznantes por parte de sus disfrutones pasajeros que suben y bajan como rayos del cielo en sus brazos. Ahora me encanta encontrarme con ella cada 8 de diciembre, ya forma parte de mi vida con esa certeza y regalo que supone exclamar al contemplarla: «Un año más, tú y yo seguimos aquí».
A quienes sí se echa de menos, lo comentábamos mi alumna Celia y yo, es a los ángeles de la Catedral. ¿Dónde andarán escondidos? ¿Y el abeto de San Marcos? Su ausencia acrecienta el frío, claro que, si llega la nieve, podremos concluir que 2026 será un gran año nuevo. En él les espero.