No tiene tanto arraigo la Semana Semana en Cataluña y quizá por eso los partidos independentistas no hayan caído en la cuenta de que existía una forma rápida y limpia de librar al prófugo Puigdemont del peso de la Justicia. Así se habrían asegurado que el expresidente protagonizara sonriente su proclamación como candidato a las sobrevenidas elecciones catalanas del 12-M sobre suelo español, con borrón y cuenta nueva y hasta con respaldo divino para que escueza más a la derecha.
El BOE ha publicado la concesión de seis indultos para presos que quedarán libres y con las cuentas saldadas esta Semana Santa en León, Salamanca, Santander, Málaga, Sevilla y Granada. Respeta así una tradición no obligatoria pero centenaria. Algunos son propuestos por cofradías y otros a decisión de los ministerios de Justicia y Defensa. Todos aprobados por el Consejo de Ministros. No han andado finos esta vez los negociadores de Junts en sus órdagos con escarnio a Pedro Sánchez.
Habría algunos detalles que pulir. Las cofradías liberan a un preso y aquí no hay celda que abrir a Carles por su huída heroica en maletero. Suelen ser reos con penas menores (este año delitos contra la salud pública, alzamiento de bienes y falsedad documental) y a Puigdemont le acusan de malversación agravada y desobediencia aunque tampoco será tan grave si la Ley de Amnistía reconoce la equivocación del Estado ante el referéndum ilegal del 1-O. Minucias para el argumentario variable del sanchismo si lo comparamos con forzar la Constitución y quebrar la igualdad ante la ley de los españoles por siete votos, que son menos aun que treinta monedas. Y otro pequeño detalle. Un indulto perdona pero la amnistía borra el delito.
Puigdemont indultado en procesión mientras la banda toca el himno de España a la salida del paso. Qué al menos sufra algo. Con hábito y antifaz no le veríamos reírse a carcajadas. Tan humillante y disparatado como la amnistía pero lo tragaríamos con algo menos de vergüenza.