La historia reciente de la integración de FEVE en León se ha convertido en la enésima demostración de que, para algunas administraciones (y muy especialmente para el ministro de Transportes, Óscar Puente) esta tierra sigue estando dos o tres escalones por debajo del resto. Tras décadas de compromisos, estudios y anuncios, ha sido el propio Puente quien ha dado por enterrado el proyecto calificándolo de «disparatado», sustituyéndolo por un autobús eléctrico como solución definitiva. Una decisión que, anunciada así, resulta tan hiriente como reveladora: para Óscar Puente, León puede conformarse con menos.
Lo ocurrido aquí contrasta con lo que vemos en otras ciudades españolas y europeas. En Sevilla, nadie dijo jamás que integrar un tren en la ciudad fuera un disparate. En Alicante, el tranvía-tren entra con normalidad al casco urbano sin que a ningún ministro se le ocurriera presentar un autobús como alternativa equivalente. Y si miramos a Europa (Burdeos, Estrasburgo, Friburgo, Zúrich) la convivencia entre ferrocarril ligero, tranvía y ciudad es cotidiana y segura. Lo que allí se entiende como modernidad urbana, aquí Óscar Puente lo descarta sin rubor. Incluso en Bilbao, donde la propia línea de FEVE se integró parcialmente y en forma de «Euskotren Tranbia».
La falta de voluntad es evidente. Y cuando en León se cuestiona la decisión, Puente responde con una batería de argumentos que nunca se utilizan en otras ciudades: que el material rodante es incompatible, que las normas son insalvables, que la solución ferroviaria no es «realista». Curiosamente, esos obstáculos desaparecen mágicamente cuando se trata de proyectos en lugares con mayor peso político. Allí siempre hay un cómo; aquí, bajo la batuta de Óscar Puente, y muchos otros responsables, solo hay un no.
También se está manipulando el debate. La integración de FEVE no se mide en rentabilidad económica, porque su esencia es la rentabilidad social: conectar barrios y comarcas, reducir tráfico contaminante, regenerar espacios urbanos y ofrecer un transporte digno y sostenible. Ese enfoque es el que se aplica en ciudades que se respetan a sí mismas. Pero la decisión que ahora da Puente renuncia expresamente a ello, sustituyendo una infraestructura ferroviaria consolidada por un parche. Se les llena la boca con la España Vaciada pero solo para condenarla a una desaparición aún más rápida.
En la práctica, lo que esta decisión transmite es que los leoneses no tenemos derecho a lo mismo que otros españoles. Se nos niega lo que en otros territorios se celebra como avance. Mientras tanto, Óscar Puente insiste en presentar su renuncia como un acto de sensatez, cuando en realidad supone un paso atrás en movilidad, sostenibilidad y justicia territorial. Boñar, Cistierna, La Vecilla, todas las comarcas de la Montaña Oriental leonesa quedan ahora un escalón más por debajo que el resto de territorios.
La decisión sobre FEVE no es solo un cambio técnico: es un mensaje político firmado por Óscar Puente. Y el mensaje es claro: León puede esperar, o resignarse. Pero ni esta ciudad ni la provincia deben conformarse con chapuzas. No por nostalgia ni victimismo, sino por dignidad. Porque la igualdad se defiende también sobre raíles, y hoy Óscar Puente ha decidido apartar esos raíles del futuro leonés.
Y recuerden, pronto tendremos el poder de decisión en nuestras manos.