Según el informe EF EPI 2021, publicado en El País, el nivel de inglés en España es muy bajo. Las competencias lingüísticas de España en inglés se sitúan todavía por debajo de la media europea: con 540 puntos. España ocupa la 33ª posición dentro del ranking mundial de inglés que ha evaluado la compresión auditiva y lectora de dos millones de personas en 122 países. El nivel de inglés en España sigue a la cola de Europa por detrás en una lista encabezada por Países Bajos (663), Austria (641) y Dinamarca (636), y en la que nueve de los diez primeros son europeos. Portugal, quinta, obtuvo 625. «Desde hace ocho años, el nivel de los españoles está estancado y no mejora, una situación preocupante que evidencia el fracaso de las políticas educativas».
Por otra parte, la enseñanza bilingüe no está funcionando en la educación pública española. La principal causa esgrimida es el nivel de inglés de los docentes. Los auxiliares de conversación son importantes en este momento, cuando el profesorado está «tan verde». Bienvenidos sean estos auxiliares de conversación porque no dejan de ser un parche para que la rueda siga rodando, pero sería mejor una rueda nueva en la que todos los profesores de la sección bilingüe fueran «realmente bilingües».
Esta es la situación del inglés en España, pero en mi artículo deseo centrarme solamente en los problemas del bilingüismo en Educación de Castilla y León. Recuerdo que, a finales de abril de 2019, Fernando Rey, el predecesor de la actual consejera de Educación, Rocío Lucas, había presentado un borrador de Orden de Bilingüismo que, según él, contemplaba avances interesantes. El propio consejero defendía que no se podía esperar más porque la situación caótica de las secciones bilingües era insostenible. Pero aquel deseo de Fernando se quedó en el limbo y su borrador no pudo ver la luz porque el Gobierno «en funciones» ya no tenía esas atribuciones.
A los pocos días llegó Rocío Lucas, como nueva consejera. Mira que hemos aplaudido siempre su trabajo en la Consejería, pero en este tema del bilingüismo ella tenía dos opciones: O bien, lanzarse a una reforma profunda, sin miramientos ni pamplinas, con un cambio total del programa bilingüe, porque los pequeños retoques no sirven, ya que nos quedaríamos con la misma chapuza que tenemos; o bien, esconder el ala y guardar el antiguo borrador en un cajón. En estos cinco últimos años, nos hemos quedado con la segunda opción. Puedo entender la decisión de la consejera porque entrar ‘a saco’ con este problema ocasionaría muchos enfrentamientos: tendría que enfrentarse a cambios en concurso de traslados, enfrentarse a un profesorado estable que no quiere que le muevan su silla o enfrentarse a unos sindicatos que están ahí para apoyar y ayudar a ese profesorado. Reconozco que Rocío Lucas aún lo tiene muy complicado. Tendrá que sopesar en la balanza «la necesidad de que los alumnos lleguen a la universidad hablando inglés y los problemas que esto llevaría consigo». En mi opinión aquí el fin justifica todos los medios. Por otra parte, señora consejera, en estos cinco años usted se ha consolidado en su cargo, con una ‘auctoritas’ reconocida. Pienso que habrá superado los miedos del principio y sabrá afrontar con éxito esta reforma necesaria.
En la comunidad de Casilla y León tenemos también otro programa bilingüe llamado: «Convenio de colaboración MECD-British Council». Este programa está muy bien valorado y lleno de alabanzas en todo el sector educativo. El objetivo es desarrollar un programa bilingüe español-inglés desde una etapa temprana en el segundo ciclo de educación infantil y se mantiene hasta el final de la etapa de la ESO. Se imparte en inglés «lengua extranjera» y otras 2 asignaturas no lingüísticas. El horario semanal de la ESO se incrementa en dos horas para perfeccionar la «lengua extranjera». El profesorado necesariamente debe ser licenciado o experto en lengua inglesa y otras áreas. Y los institutos cuentan con una dotación específica de hasta tres auxiliares de conversación extranjeros, muy importantes en las dos horas de incremento.
Rocío Lucas, usted tiene en casa el modelo. Sólo dos diferencias entre ‘Secciones bilingües’ y ‘Convenio de colaboración MECD-British Council’: «Empezar muy pronto, a los tres o cuatro años y profesores expertos en la asignatura y totalmente bilingües». Ahí está el QUID de la cuestión. ¡Casi nada, señora consejera! ¡Ánimo, sea valiente! Las próximas generaciones de universitarios de Castilla y León lo necesitan y se lo van a agradecer.