Domingo de Ramos. Tiempo de procesiones. Y tiempo, igualmente, de precampaña electoral. Es lo que toca en este nuevo mes de abril, que ayer se inauguraba con el Sábado de Pasión. La capital leonesa, durante ocho días, se llenará de gente de aquí y de allá, y por las calles y plazas, esquinazos y chaflanes, el sonido de cornetas y tambores inundará el ya de por sí recargado ambiente. Dicen, también, que es tiempo de recogimiento y reflexión, de mirar hacia dentro y aceptarse, pero la práctica moderna demuestra que va siendo todo lo contrario. Eso sí, salvo excepciones que confirman la regla.
Al margen de ateísmos o creencias, una gran mayoría de quienes acuden a presenciar los cortejos penitenciales han olvidado –o quizá perdido– la compostura y el decoro. El saber estar y el respeto. Los desfiles de imágenes dolientes y cofrades encapuchados de diferentes túnicas son la excusa perfecta para salir al albedrío callejero y beber dulzonas limonadas.
En León, como en todas partes, la Semana Santa se llega a utilizar cual moneda de cambio en año electoral. O, mejor dicho, como escaparate de quienes tienen afanes por continuar sentados en la poltrona de lo público. Entre el confort de la moqueta y la comodidad del despacho. Cuando los comicios se encuentran próximos se oye el raseo acompasado de esos movimientos ambiciosos. Qué mejor, entonces, que vestirse con las más altas galas y acudir a las procesiones para que el pueblo los identifique. Para que sepan quiénes son aquellos que les gobiernan durante cuatro años. O esos otros, que estando en la oposición, ni dios ha sabido jamás ni cómo se llaman. Porque nada han hecho, claro. Ya lo dice el evangelio de Mateo: «por sus hechos (o frutos) los conoceréis». A unos y a otros, naturalmente.
Es la misma cantinela que se repite si de asociaciones o grupos vecinales se trata, de continuadas y machaconas quejas ciudadanas –algunas con más ruido que nueces–, o de reivindicaciones repetidas en el calendario. Cuando se ven las orejas al lobo el asunto cambia. Llegan las elecciones y es lo que cuenta. Llegados aquí el cambio es radical. La visibilidad debe multiplicarse por cien porque un voto, según se barrunta el panorama en el horizonte, es una joya. Es el momento de ‘darlo’ todo sin atender al coste. Total, que en esto de la Semana Santa local, que es lo destacado hoy, solo el alcalde Diez ha sabido estar a piñón fijo durante la totalidad de su mandato. A la altura. Algunos otros corporativos, una minoría, a tiempo parcial o menos. Y el resto, desaparecidos. Que se lo pregunten a los papones, que darán buena fe de ello.
Hoy, con las palmas y olivos se inicia la Pasión. En unas semanas, otra pasión será la que salga a la calle. Ésta en dirección a las urnas.
Procesiones y políticos
02/04/2023
Actualizado a
02/04/2023
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