08/09/2025
 Actualizado a 08/09/2025
Guardar

En octubre caduca el plazo para que el presidente del gobiernos presente ante los cortes los presupuestos del estado para el año 2026, prorrogados ya una vez. Pero hay un inconveniente y es que el presidente no cuenta con la mayoría suficiente de votos y necesita ‘comprar’ los que le faltan. Pero ¿a qué precio? Depende. Si son catalanes debe enviar a su amigo Illa, presidente de la autonomía catalana, a convencer a Puigdemont, expresidente catalán, y acusado por la justicia de malversación, motivo por el cual se encuentra en el exilio. ¿Qué incongruencia?

En estas circunstancias, cualquiera tomaría la decisión de renunciar y convocar elecciones. Cualquiera que no fuera político español apellidado Sánchez Castejón, autor de un libro titulado ‘Manual de resistencia’.

La verdad es que esto de los presupuestos es una verdadera tontería. En casa del cronista, en el curso medio del Astura, nunca hubo presupuestos. Ni ningún vecino que los tuviera. Se tenían las vacas necesarias, las hortalizas, las legumbres, el cereal, las patatas, las nueces, la fruta, las remolachas, y el trébol y la alfalfa necesarios, y si acaso, ovejas y carneros, gallinas y pavos, conejos y cerdos, y algún burrín...

Y, una vez todo esto, el paterfamilias, que allí se solía decir «el tío tal» sacando la petaca y liando un cigarrillo, decía en voz alta para que le oyera la mujer: Creo que ya está todo. Y hacía las cuentas. «Gano dos pesetas, me gasto tres; la que me queda para la vejez» 

Y, aprobado el presupuesto, allá por octubre, se vestía de domingo y acudía a misa para darle gracias a Dios. Y era Dios quien le ‘aprobaba’ el presupuesto. El mismísimo Dios contable mayor del Universo. Nada de un renegado, réprobo, huido de su patria y acusado de defraudador, como el ínclito Puigdemont.

Y, con la satisfacción del deber cumplido, aquel domingo, el padre del que suscribe, se demoraba en volver a casa a comer y se juntaba con unos cuantos como él para jugar una partida de bolos de ‘bola cacha’ y echar unos tragos de vino de por allá abajo, por la tierra de Gordoncillo y por allá, que era la que tenían, en pellejos, en la cantina, y con la que llenaban el porrón.

Y, que el cronista sepa, aquel presupuesto nunca, nunca, falló.. Porque, de haber fallado, buena era la paisana, la parienta, la máquina de reñir, como para no haberle mandado ya a tomar viento. Nunca jamás. Un presupuesto como dios manda. Unas cuentas hechas con la cabeza y no con los pies. Aprobadas por Dios en el Antiguo testamento. Como Dios manda. Como deben ser.

Lo más leído