Que el independentismo catalán y Bildu iban a seguir humillando al PSOE durante lo que dure la legislatura era algo más que previsible. Sin embargo que dejaran desnudo a Pedro Sánchez en la primera votación del nuevo mandato enseñando las vergüenzas y la debilidad constante del Ejecutivo progresista quizá sea un castigo demasiado severo hasta para el sanchismo irresponsable. A nivel económico para España y los españoles importa y mucho el resultado de la votación de los tres decretos pero a nivel político la trascendencia va mucho más lejos de esta estrepitosa derrota que ha supuesto la mera incertidumbre vivida los últimos días.
«Así no se puede gobernar» reconocía la vicepresidenta Yolanda Díaz que en su buenismo natural quizá esperara además que Podemos, tras ser vapuleado y arrinconado por Sumar, apoyara sin rechistar la acción de un gobierno del que fue expulsado. Si algo ha demostrado Podemos mientras ha pisado las instituciones es rencor contra quienes considera enemigos, que vienen a ser todos menos ellos mismos. También es probable que Yolanda creyera en su ingenuidad populista que los de Puigdemont iban a aflojar los dientes una vez conseguida la amnistía y la lluvia de millones en inversiones y competencias para Cataluña. No se ha dado cuenta aun, y quizá La Moncloa tampoco, que la presa del independentismo no es el PSOE si no España. El objetivo de ERC, Junts y Bildu es desestabilizar el Estado a través del chantaje constante. Demolerlo y menospreciarlo poco a poco aprovechando un presidente enganchado al poder.
Solo habrá legislatura larga si el Gobierno naturaliza la extorsión según denuncia el único socialista con cargo capaz de alzar la voz contra el sanchismo. «No lo voy a tolerar» sentencia Emiliano García-Page. De poco sirve si su secretario general y presidente del Gobierno mantiene al depredador en casa. La legislatura es un préstamo. Shylock Puigdemont exigirá mensualmente, y con verificador, una libra de España.