Secundino Llorente

¿Por qué los profesores no quieren ser directores?

11/05/2023
 Actualizado a 11/05/2023
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Yo siempre les decía a mis compañeros directores de Instituto de León que «ser director de un instituto es un privilegio de unos pocos afortunados». He dedicado toda mi vida profesional a trabajar en la enseñanza pública y la mayor parte en la dirección de un instituto. Parto de dos premisas:No era igual un director en los años noventa que en el 2023 y algo muy importante: «a ser director, como a todo en la vida, se aprende con el tiempo».

Mucho han debido cambiar las cosas en los últimos años para que tengamos que leer la noticia de la semana pasada: «Nadie quiere ser director de colegio e instituto: sin candidatos para 19 centros leoneses». Y otro tanto ocurre en el resto de las provincias castellano y leonesas. Cada cuatro años los centros educativos tienen que elegir director, un profesor que se ponga al frente. Y si no lo hacen, será la Dirección Provincial de Educación la que tome cartas en el asunto. Este año tendrá que nombrar de oficio, posiblemente «a dedo», a los directores de 19 colegios e institutos de la provincia porque ninguno de sus profesores ha optado al concurso de méritos convocado por la Junta para elegir quien llevará las riendas de ese centro desde este 1 de julio hasta el 30 de junio de 2027. Algo raro está sucediendo en el mundo educativo porque antes no era así. Es muy cierto que puede haber muchas razones para que, en este momento, haya reticencias, recelos y evasivas para que un profesor no quiera dar el salto a la dirección de un colegio y después hablaré de ello, pero antes yo, apoyado en la experiencia, quiero ‘mojarme’ en este tema y decir que lo único que puede motivar a un profesor a ser director es ‘tener vocación’. Un director nombrado a la fuerza, o para hacer menos horas de trabajo, o por dinero o, simplemente, por figurar, es un fracaso garantizado.Los profesores que optan a la dirección lo hacen a favor de la mejora de la enseñanza y los alumnos. En los talleres de preparación para los nuevos directores brotaban palabras como paciencia, liderazgo, capacidad de gestión, responsabilidad, capacidad de escucha, dedicación o empatía. Es esta una trabajosa tarea, de muchas horas y no pocos sinsabores, para la que muchas veces, lógicamente, cuesta encontrar relevo. Yo siempre aseguraba a esos directores que «sin vocación ese trabajo es una amargura, pero con vocación es una pasada».

Me gustaba llegar todos los días el primero al instituto y salir el último. La mayoría de las veces, al subir la persiana de mi despacho me auguraba un día tranquilo, pero les aseguro que no me aburrí jamás y disfrutaba de una vida de película cada jornada. Al volver a bajar la persiana, yo mismo no podía creer lo que había pasado por mi vida esa mañana. Los retos, las aventuras y los quehaceres diarios son siempre sorprendentes, diferentes y nuevos. Poco antes de la pandemia, se celebró en Valladolid un Congreso de Directores de Institutos de Secundaria en España, organizado por la Federación de Asociaciones de Directivos de Centros Educativos Públicos y asistió Fernando Rey, el consejero de Educación de la Junta de Castilla y León. Fernando valoró esta función directiva y reconoció que «cuando tienes un equipo directivo de un colegio o instituto que funciona y dinamiza, tienes una institución educativa que va a toda velocidad», pero también que sus funciones «cada vez más amplias, más anchas y complejas», hacen que cueste «dar ese paso, porque más que un cargo es una carga y es complicado encontrar profesores que estén dispuestos a realizar muchas horas extra de trabajo no remuneradas». Totalmente de acuerdo con el consejero y cada vez más convencido que un director sólo es eficaz y feliz si tiene vocación y ama su profesión. Sin miedo, sin pegas al tiempo o al dinero. Pueden estar seguros de que la recompensa a su trayectoria profesional consagrada a sus alumnos será pagada con creces por los propios alumnos.

Según los sindicatos, el profesorado no encuentra la dirección atractiva por muchas razones: escasa capacidad de maniobra, el liderazgo pedagógico supeditado a labores burocráticas, tampoco está compensado económicamente, existe una reducción horaria pero se sigue compaginando con las clases, está sometido a una gran responsabilidad las veinticuatro horas del día y todos los días del año. El único incentivo está en los puntos del concurso de traslados.

Perdón por insistir en lo mismo. El profesor que vaya a la dirección del centro sólo por puntos de traslado, por comodidad, por dinero, por huir de la tiza o porque la Dirección Provincial se lo ha impuesto, está equivocado. Sólo por vocación y con dedicación total podrá ser feliz en su trabajo. Después de muchos años haciendo cada día lo mismo he llegado a la conclusión de que la misión más importante que realiza el director de un centro escolar es atender con amor a sus alumnos, a todos, a los mayores y a los pequeños, a los sobresalientes y a los suspensos, a los revoltosos y a los encantadores. A todos. Todos tienen que sentir ese cariño desde que entran por la puerta al centro, aunque sea con una bronca por llegar tarde. Y despedir a todos al final de la mañana. En el recreo, en los cambios de clase, siempre los alumnos tienen que ver al director cercano para darles seguridad y confianza en su trabajo. Y para que exista buena relación entre el director y los alumnos no creo que deba ser necesario algo así como «sentirse colegas». Me opongo también a la idea de que el respeto a la autoridad equivale a represión.
Pienso que la autoridad, el respeto de unas normas necesarias y la exigencia de esfuerzo personal pueden coexistir con una relación de confianza, aprecio e, incluso, sincero afecto. Los estudiantes entienden esto perfectamente. Ellos ‘huelen desde lejos’ ese cariño de su director. La pregunta final es sencilla y lógica: ¿Por qué, si la dirección de un centro escolar es el privilegio de unos pocos afortunados, los profesores no lo piden ahora?
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